Título: “El proyecto de Dios para Clelia”
Técnica: Óleo sobre tela
Dimensiones: cms 120×150
Año: 2019
Autor: Giuseppe Antonio Lomuscio
Descripción iconográfica de la obra
Esta obra nació del deseo de hacer un nuevo retrato de la Beata Clelia Merloni, a partir de un ícono preexistente ya consolidado, de esta manera se configura en una imagen que antes de ser una representación es una interpretación. Interpretación de la acción del Espíritu Santo que se mueve a través de la vida y las obras de Madre Clelia.
Es una invitación a ir más allá de la visión superficial de la imagen para descubrir una posible condición privilegiada de reflexión, muy útil a la comprensión de una pintura destinada, sobre todo, a la catequesis.
Retratada más o menos en los años de la fundación del Instituto, la Beata Madre es representada al centro de una composición animada por distintos sujetos y elementos que simbólicamente relatan su vida y su gran Carisma.
Su rostro sereno y acogedor, con una expresión amorosa nos observa, nos guía y nos protege y sus manos con el crucifijo y el libro abierto relatan su Carisma de “Madre y Maestra” en sus dos principales fundamentos: reparación y evangelización.
Todo parece girar en torno a Ella, pero en realidad el verdadero centro de gravedad de la escena es el Cristo Crucificado que la Madre tiene consigo y al mismo tiempo lo muestra a nosotros.
Los niños que rodean a la Madre, representados en distintas edades y etnias en su proceso de crecimiento, desempeñan una función narrativa y recuerdan el aspecto educativo y formativo que aún hoy distingue la misión y la actividad de las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús.
En la composición son también fácilmente reconocibles otros elementos que relatan el Carisma de Madre Clelia a través de su vida y de sus obras, partiendo de la Casa General de la Congregación fundada por ella, visible en el fondo, las nubes oscuras que recuerdan las adversidades que enfrentó en su existencia, las espigas de trigo que representan simbólicamente la humildad y el ofrecimiento de la Madre que se donó ofreciendo su propia vida por el Instituto.
La obra hasta ahora ilustrada, aun presenta una segunda clave de lectura menos evidente e inmediata, pero mucho más profunda y significativa, que nos viene sugerida y casi demandada por un elemento particular que inevitablemente captura la atención del observador: el cuadrado oscuro en lo alto, en la parte derecha del cuadro.
El elemento aparentemente indescifrable, es pintado oscuro intencionalmente, es del mismo color del hábito de Madre Clelia, así como aparentemente oscuro e indescifrable debe haber sido al inicio de su camino el proyecto de Dios para Clelia.
Proyecto, sin embargo, que está marcado por una línea blanca como la luz que simboliza la presencia de Dios en la vida de Clelia que marcó e iluminó su camino. Es una línea recta y continua que no tiene ni inicio, ni fin, símbolo de la eternidad, así como eterno es el tiempo de Dios.
Los tres segmentos que se contraponen con los colores primarios (identificados como colores “puros” a través de los cuales es posible generar todos los otros colores), representan a la humanidad que se caracteriza por realidades generalmente diferentes pero que unidas y acompañadas por la presencia de Dios podrán encontrar la verdadera realización.
A través de esta simbología, en esta pintura, un protagonista de la composición se presenta, por lo tanto, un elemento que es difícilmente representable: el tiempo. Pero no es el tiempo de los hombres (Kronos), más bien es el tiempo de Dios (Kairos).
Es el tiempo de Dios en la vida de Madre Clelia que tuvo un inicio (el proyecto representado simbólicamente por el cuadrado en alto), un desarrollo a través de la experiencia de vida de Madre Clelia y su devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y una continuación (no un fin…) a través de las obras del Instituto por ella fundado que continúa aun hoy.
He aquí que el pergamino sujeto por las dos niñas que se encuentran en primer plano, con el lema de la Congregación, simbolizan el proyecto de Dios realizado por Clelia cierra y completa este designio divino representado metafóricamente a través de una línea temporal que es posible trazar gráficamente uniendo en diagonal los tres elementos principales de la composición y mirando desde lo alto hacia abajo: partiendo del cuadrado negro, pasando por el Crucifijo, centro de la obra, y terminando en el pergamino blanco en el lema del Instituto.
Observando los rostros de los sujetos representados en la escena también es posible captar un particular: las únicas miradas dirigidas hacia el observador son, no por casualidad, aquellas de la Beata Madre, de la niña más pequeña en brazos de la joven madre, a la derecha de la composición, y por último aquella de la pequeña que tiene el pergamino en primer plano.
Es el mismo mirar dirigido a los otros de quien nos sigue y nos acompaña. Es como si fuese el mismo mirar de la Madre, signo de un destino ya escrito desde el principio, que creció en el tiempo y se realizó por medio de sus obras.
Esta pintura, que vive de su propia luz, quiere ser un objeto de percepción que expresa y emociona con la misma generosidad de las Apóstoles del Sagrado Corazón.
En este cuadro puedan encontrar, todos aquellos que lo desean, la luz y la bendición de Madre Clelia que sostiene, anima y guía el camino de nuestra vida de creyentes.
Giuseppe Antonio Lomuscio