En todo y por doquier la caridad
Practiquen la caridad con el rostro dulce y sereno, con aire amable, con palabras dulces y cordiales; usen la caridad indulgente, procurando ver siempre el lado positivo e interpretando favorablemente todo lo que se dice; excusando a los otros siempre que la prudencia se lo permita, aún a costa de ustedes mismas.
No deben demostrar desagrado ante la rudeza o enfermedad del prójimo; deben aceptar con amabilidad y dulzura los consejos, las reprensiones, las mortificaciones cualquiera que sean; estén en guardia sobre sus palabras y sobre sus actitudes, para no decir nada ni hacer nada que pueda desagradar, y decir y hacer todo con la amabilidad que la conciencia les permita; deben demostrarles afecto, servirlos con alegría, interesarse caritativamente de todo lo que les ocurre.
Cuando los otros hablan, deben escucharlos sin permitirse interrumpir sus palabras; deben adherir voluntariamente a sus opiniones, siempre que lo permita la conciencia; eviten hablar de ustedes mismas o de lo que pueda atraerles la estima y alabanza de los demás.
Hagan en modo que el celo por el bien tienda a santificar la conversación, consolando al prójimo en sus tristezas, animándolo en sus dudas, fortificándolo en sus debilidades, alentándolo en sus abatimientos, dándole buenos consejos, exhortándolo a volver a Dios y a la virtud.
No deben tratar a nadie con arrogancia ni austeridad, ni contradecir lo que digan los demás; en fin, debemos comportarnos de modo que ninguno tenga que lamentarse de nosotras, que todos queden edificados con nuestro modo de proceder.
Si las personas con las cuales conversan les disgustan, es necesario esconder, bajo un semblante jovial, la repugnancia interior que ellas les inspiran y no dejar translucir nada de triste, de aburrido, de austero en nuestras palabras ni en nuestros actos, porque la caridad nos obliga a compadecerlos y a darles buen ejemplo para que se enmienden de aquellos defectos por los cuales se hacen despreciables.
Hagan que sus conversaciones sean edificantes. Sus bocas deben expresar los sentimientos de sus corazones.
Las bendigo a todas de gran corazón y en Jesús quedo su cariñosa Madre.