La prueba no será larga
Querida hija en Jesucristo,
“No te desalientes, hija mía. Así como Jesús quiere probar tu fidelidad, así te priva, por un cierto tiempo, de su presencia sensible. Él obró así también con su misma Madre. Jesús había intuido el dolor que le habría causado su ausencia, asimismo se alejó de ella por algunos días y permaneció en el Templo sin que Ella lo supiese.
Si a Jesús, que es todo amor, le gusta probarte del mismo modo, no te angusties, ármate de coraje, y espera pacientemente su retorno.”
Aunque Èl esté siempre cerca de ti para ayudarte cada vez que le pidas ayuda, es bueno que Èl, de vez en cuando, simule alejarse, para que comprendas cuán desgraciada serías si lo perdieses de hecho.
Cuando Jesús favorece un alma con sus consolaciones, lo hace para confortarla en sus penas. Pero cuando permite que èsta sea abandonada en la aridez y en la desolación, lo hace para que no se ensoberbezca por la bondad que Èl tiene por ella.
Todas, o casi todas, las almas que siguieron fielmente a Jesús sintieron semejantes altibajos de alegría y tristeza, de devoción y de aridez, de paz y de tentación. Cuando parecía que Jesús se alejaba de ellas, simulando abandonar a estas almas queridas a sí mismas, ellas sentían toda su debilidad; pero no sé desanimaban porque estaban seguras de la ayuda de Jesús. Cuando la gracia de Jesús te sostenía con las dulzuras y las consolaciones, caminabas con placer y felicidad; pero tú harás mayor progreso en la virtud ahora que Él te prueba con la aridez, siempre que aceptes con paciencia, humildad y sumisión ese estado de abandono en que Jesús parece querer dejarte. Es verdad que este estado es triste, porque tal vez sea más un castigo que una prueba, sin embargo, hija, no te desanimes, sino que confía y espera firmemente y la prueba no será larga, como no lo fue para María su Madre. Imita la solicitud que tuvo esta Madre divina en buscar a su Hijo. Búscalo, como Ella, con un santo deseo y una santa impaciencia de encontrarlo; no murmures nunca, Jesús nada te debe, y si profieres algún lamento, que sea, a ejemplo de María, un lamento de amor.
Quiero creer que Jesús no se haya alejado de ti a causa de alguna infidelidad tuya, pero si esto fuese así, pídele perdón y ejercítate en alguna penosa humillación.
Promete a Jesús que, de ahora en adelante, pondrás más atención en evitar todo lo que pueda disgustarlo. Dile que cualquiera sea el motivo de su conducta respecto tuyo, estás dispuesta a ser probada en el modo y por todo el tiempo que Él lo querrá, con tal que te conceda conservar siempre en tu corazón su santo amor.
Aquello que puedo asegurarte, hija mía, es que Jesús te ama con amor de predilección; por ende, trata de no desmerecer nunca semejante gracia, manteniéndote siempre vigilante para no cometer ni la más pequeña infidelidad a la gracia, como te lo desea de gran corazón quien, bendiciéndote maternalmente, goza al declararse en Jesús.
Tu cariñosa Madre