EL MISTERIO DE LA CRUZ

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EL MISTERIO DE LA CRUZ EN LA VIDA DE MADRE CLELIA

“La cruz es el sello de los elegidos y la garantía de las predilecciones de Jesús. Coraje, por lo tanto, y esperanza: después del Calvario, la Resurrección y, en la Resurrección, la embriaguez de paz y de la victoria”. (Madre Clelia)

“No tengas miedo de la cruz, hija mía. Dios es Padre Y la mide siempre según nuestras fuerzas; Además, de ella se derrama la Sangre divina que nos regenera. Y es fuente de todas las alegrías reservadas para nosotros allá arriba”. (Madre Clelia)

Testimonios de la Positio

Introducción

La espiritualidad de Madre Clelia se funda y se solidifica sobre el misterio de la cruz, que alcanza su culmen en la Resurrección: Una espiritualidad que nace en el Calvario, brota del costado abierto de Jesús crucificado y se perpetua en la gloria de la resurrección.
Recorriendo el camino del sufrimiento, en la experiencia del abandono humano, Madre Clelia realiza en su vida la experiencia del total abandono en Dios. Esta vida intensa e íntima, vivida en lo más profundo de su ser, nos viene transmitida como testimonio de la presencia del dolor y del sufrimiento que siempre la acompañaron.
Experimenta la agonía en el huerto, la subida al Calvario y bebe el Cáliz que el Señor le presenta, hasta la última gota. Sobre las huellas del esposo crucificado se deja conducir al supremo holocausto: se hace víctima y víctima de amor, en donde se perpetua el triunfo y la gloria del Corazón de Jesús. El misterio de la cruz, encarnado de tal manera en la realidad de su vida, transforma lentamente a Clelia Merloni de discípula del Maestro crucificado en Apóstol de su amor.

La voz de quien la conoció

Hna. Lilia Ciampolillo ha testimoniado:
“…en el período oscuro del Calvario la Madre ha aceptado generosamente la cruz de la negación y exhortaba a sí misma y a las demás a ser pacientes y esperar el momento de la reconciliación”.

Otro testigo del proceso afirmó:
“Usted misma (Madre Clelia) confiesa de haber pasado momento oscuros, pero jamás se entregó a la recriminación o a la tristeza, más bien con el rostro sereno abrazaba la cruz y ofrecía a Jesús el dolor de su corazón abatido, declarándose constantemente, como se lee en sus cartas, instrumento en las manos de Dios”.

Madre Clelia escribía:
“¿Quién más que un alma que está consagrada a Dios debe ser generosa en llevar con gran amor la cruz que Dios le asignó durante su doloroso peregrinar en este valle de lágrimas? Imiten en esto a San Andrés, discípulo de la Cruz… en ella encontró la sabiduría más sublime de la vida… ¿Tienen ustedes el mismo fervor por la Cruz de Jesucristo o, por el contrario, retroceden vilmente apenas la descubren a lo lejos? ¡Ah hijas mías, cuán lejos estamos de esta verdad: “quien no es mártir no es religiosa!…
Amen generosamente y de gran corazón todas las pequeñas cruces que la Providencia quiera enviarles y de las cuales nuestra vida está llena”.

Conclusión

A partir de los testimonios emerge que Madre Clelia ha ejercitado en grado heroico todas las virtudes, ha comprendido y asimilado el misterio de la Cruz, a través de un trabajo constante y perseverante de adhesión a Cristo, en la aceptación de las pruebas, de los sufrimientos físicos y espirituales.

Para el trabajo personal
1.- ¿Qué te dice el Misterio de la Cruz vivido por Madre Clelia?
2.-¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de nuestro tiempo que ofusca el Misterio de la Cruz y rechaza el sacrificio y el dolor?
3.- ¿Es posible vivir el Misterio de la Cruz como Misterio de Amor?

“Déjame, Jesús, tu amor:… es todo lo que yo quiero; Cualquier otra cosa es nada para mí; aún la misma inmortalidad del alma sería nada para mí si yo me supiera privada de tu amor, porque preferiría ser alejada ya de este mismo momento, antes que perder la esperanza de ser amada por ti. Quiero amarte con toda la intensidad de mi corazón, no amándote más que a Ti, y a todas las otras cosas en ti y por ti”. (Madre Clelia)