“Como una ovejita perdida…”
Querida hija en Jesucristo,
Ya te dije y te lo repito que tú tienes extrema necesidad de desconfiar de ti misma y de lanzarte con una plena confianza en el Corazón de Jesús, esperando sólo de Él cualquier bien, ayuda y victoria. Y así como de ti, que no eres nada, no te es lícito esperar otra cosa que continúas caídas, por eso debes desconfiar de hecho de ti misma;de tal manera podrás conseguir del amoroso divino Jesús grandes victorias, con tal que, para obtener su ayuda, armes tu corazón de una filial confianza en Él. Y esta (confianza) podrás obtenerla primeramente pidiéndola con humildad a Jesús; segundo, trasportándote para ver con el ojo de la fe la omnipotencia y sabiduría infinita de Dios a quien nada es imposible y difícil; y que siendo Él la bondad personificada esta siempre pronto a dar de hora en hora y de momento en momento todo lo que necesitas para la vida espiritual y para la total victoria de ti misma, con tal que tú con plena confianza te lances entre sus brazos amorosos.
Y ¿cómo puede ser posible que nuestro Divino Pastor, el cual durante treinta y tres años corrió detrás de la ovejita perdida con gritos tan fuertes hasta quedar ronco, y por caminos tan fatigoso y espinoso que derramó toda la sangre y dejó su vida, ahora que tú, hija querida, cual ovejita suya vas detrás de Él, obedeciendo sus mandatos, o sea con el deseo de obedecerlo, llamándolo y pidiéndole, que Él no te vuelva aquellos sus ojos de vida que no te escuche y no te ponga sobre sus divina espaldas, haciendo fiesta con todos sus vecinos y Ángeles del Cielo?
¿Cómo es posible, pues, que Jesús abandone aquella ovejita perdida, la cual bala fuertemente llamando a su Pastor? ¿Cómo es posible creer que Jesús, el cual llama continuamente al corazón del hombre con el deseo de entrar y cenar comunicándole sus dones, que abriéndole pues el corazón e invitándolo, Él se haga realmente el sordo y no quiera entrar?
Escucha hija mía: Cuando se te ocurra hacer alguna cosa, emprender algún combate y vencerte a ti misma, antes que te resuelvas hacerlo vuélvete con el pensamiento a tu debilidad, y luego mirando hacia el poder, sabiduría y bondad divina, y confiando en
esta, decídete a combatir y a obrar generosamente, con estas armas en la mano y con la oración, combate y actúa generosamente.
No cese de repetir con la mente y el corazón esta breve oración: “Sangre y Llagas de mi Jesús, sean mi fuerza mi sostén, mis armas en los combates espirituales, morales,
físicos y temporales. Sean mis victorias, mis méritos y mis virtudes”.
Dirás a tu buena Superiora, y a tus Hermanas, que les mando la Bendición a todas, sin excluir a ninguna a fin de que se alejen todas de cualquier sombra de pecado y recorran todas con paso de gigante el estrecho camino de los Santos, según los designios de Dios sobre cada una de ustedes.
Imploro sobre ustedes, hijas, la materna bendición de María Santísima, para que sus corazones, bendecidos por Ella, se tornen fecundos en flores y frutos de verdadera santidad.