Título: Un amor que no se rinde
Subtítulo: Madre Clelia Merloni
Autor: Domenico Agasso jr
Editor: Effatà Editrice
Fecha de publicación: 2018
Un amor que no se rinde: el título de este libro revela el amor apasionado de una gran mujer al Sagrado Corazón de Jesús y al Instituto; un amor que no se rinde jamás: ama y se aban-dona hasta entregar la vida. Clelia Merloni es una mujer que no midió la generosidad del don total de sí misma por una causa noble, como ella misma escribió en su Diario: «Darle todo a Él, para encontrar todo en Él». Jugarse la vida por un noble ideal es la aventura de amor más bella que un ser humano pueda vivir en esta tierra.
Madre Clelia nos ha dejado un ejemplo atrayente de esta aventura: muchas otras jóvenes, viendo su testimonio de vida, han tenido la valentía de ser Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús abandonando todo proyecto humano, todo afecto, todo bien material, toda posibilidad de una vida autónoma, para entregarse a Dios por el bien de los demás: siguiendo las huellas de Madre Clelia ellas siembran amor en los caminos del mundo, como hicieron los Apóstoles de Jesús.
Es hermoso sentirse atraída y partícipe en este proyecto de amor que Dios soñó para Clelia; es hermoso, como ella, hacer que otras jóvenes puedan conocer, amar, seguir y servir al Señor. Jesús le pide a Clelia ser Apóstol de su Corazón y, como hizo con los Apóstoles, sus amigos más íntimos, le pide compartir con ella su vida pública entregada en los caminos «de la Galilea a la Jeru-salén» de hoy.
Jesús no le ahorró la vía del Calvario, pero la hizo capaz de recorrerla con paciencia y gran generosidad de corazón hasta transformarla en via amoris.
Sólo quien tiene un corazón libre y una confianza sin límites en la Providencia es capaz de abandonar totalmente los proyectos personales para acoger con libertad de espíritu el proyecto de Dios en la propia vida. Clelia buscó durante toda su existencia identificarse en todo con el Maestro y conformarse a su voluntad sin reservar ni una mínima parte para sí misma. Fue una gigante en la fe y en el abandono confiado.
La joven Clelia no hizo como el joven rico del Evangelio, que no tuvo la valentía de vender todo lo que poseía para darlo a los pobres y seguir a Jesús. Fue la hija única de Joaquín Merloni, un rico empresario de San Remo, que creció como una prin-cesa bajo el cuidado de su padre, quien quería prepararla para un futuro brillante. Quiso para ella una educación intelectual refinada, estudios de lengua francesa e inglesa, lecciones parti-culares de piano y de bordado en oro, preciosos vestidos, viajes y jóvenes que la cortejaban, pero ella consideró todo esto una pérdida comparado con el amor de Cristo. Renunció a todo para seguir al celestial esposo que la llamaba a un ideal divino. Amar a Jesús con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, sin guardarse nada: con el único deseo de seguir a Jesús de cerca, como los apóstoles Juan, Pedro, Santiago, Andrés.
A nosotras, sus hijas, nos recomienda: «Aprendamos a ser Apóstoles no sólo de nombre, sino con el verdadero espíritu de los Apóstoles… Vistiendo el Hábito de la Apóstol han asumido sus obligaciones y, por lo tanto, deben a Jesús una correspon-dencia de amor sin reservas. El amor, hijas mías, consiste en el sacrificio y en la virtud. Sean generosas, y el Sagrado Corazón les recompensará cada pena mucho más de cuanto puedan imaginar. Traten de actuar siempre con rectitud, bajo la mirada de Dios, olvidándose de ustedes mismas para socorrer a quien sufre, teniendo paciencia con las personas molestas, soportando silenciosamente todos los sufrimientos que les puedan sobrevenir en el corazón, en el espíritu y en el cuerpo» – (Mg., I, p. 120 y Mg., II, pp. 159-160).
El fin fundamental para su obra era «buscar con pasión la gloria del Sagrado Corazón de Jesús, propagando su devoción y tratando de reparar las ofensas que Él recibe de los pecadores, especialmente de los asociados a las sectas masónicas y de los sacerdotes apóstatas» (Reglas Manuscritas, 1). Se ofreció como una «víctima en el altar» por la conversión de su padre y de los pecadores.
En las Reglas Manuscritas, con el título de «Directorio», dejó escrito que: «Las Hermanas Apóstoles procurarán alcanzar este fin ofreciendo al Corazón Sacratísimo de Jesús todas las obras de caridad a las cuales las destinará la obediencia». Y al enumerar las obras, prioriza la misión con los emigrantes, especialmente los italianos que van al extranjero buscando una nueva vida. Son personas que necesitan asistencia material y espiritual; dejando entrever que dicha misión está abierta también a los emigrantes de otras nacionalidades.
En Castelnuovo Fogliani, invitada por el obispo de Piacenza, Mons. Juan Bautista Scalabrini, hizo la revisión de las Reglas Manuscritas para poder tener la aprobación diocesana del Insti-tuto y por petición del obispo Scalabrini modificó el nombre por el de «Apóstoles Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús», un cambio que le costó muchísimo. Scalabrini mismo aprobó las Constituciones. Todo tuvo lugar el 10 de junio de 1900.
La Madre era una mujer libre para su tiempo y, podría decir, tenía amplitud de miras respecto al futuro. Su vida se desarrolla entre finales del 1800 e inicios del 1900, en una sociedad muy machista donde la mujer era infravalorada. Ella intentó hacer comprender, con su labor concreta, que la mujer tiene una dignidad propia que debía ser rescatada. Por eso estimulaba a las Hermanas a formarse bien para poder formar mujeres libres y autónomas, capaces de constituir una buena familia y encontrar un puesto de trabajo en la sociedad. Tenía una mirada especial para las mujeres pobres e ignorantes, sin formación intelectual: sabía que se las consideraba como el sector más frágil, vulnerable y explotado de la sociedad; y las primeras obras iniciadas por ella manifestaban esta preocupación. En primer lugar, al inicio de su actividad apostólica acogió a las niñas huérfanas, a las jóvenes pobres y necesitadas de formación, a las mujeres ancianas enfermas y abandonadas; y también a las jóvenes «desampa-radas», que encontraba en la calle, necesitadas de cuidados espe-ciales para poder recomenzar una vida digna. Entre los testi-monios de la Positio, encontramos el de la Hna. Eletta Celi que habla de una joven prostituta que ella misma acogió, le encontró un trabajo y le enseñó la doctrina cristiana, ayudándole a recu-perar su dignidad, perdida a causa de la extrema pobreza y la falta de un trabajo digno para mantenerse.
Madre Clelia tuvo siempre un corazón sensible en su rela-ción con los más débiles, más pobres y más necesitados. Abrazó las obras de misericordia corporales y espirituales como misión, sin preocuparse por la condición social: ella contemplaba a la persona con una mirada tierna y con amor, ayudándole en cada necesidad, humana, material, intelectual y espiritual.
Fue una educadora excelente, y se ocupaba directamente de la formación de las Hermanas y de las jóvenes: enseñaba música, piano, bordado y doctrina cristiana. Veía la educación como una obra de caridad: las Hermanas educadoras tienen que aprender a tratar a todos con dulzura y firmeza para formar personalidades fuertes y suaves al mismo tiempo.
El autor de este libro, el escritor Domenico Agasso, ha captado con propiedad el perfil personal de la Madre y lo ha desarrollado con mucha familiaridad. Le agradezco este hermoso trabajo que nos ayudará a conocer con mayor profundidad las «teselas de varias medidas y colores» que componen el «mosaico» de la vida de una mujer fuerte, voluntariosa y tenaz como Clelia Merloni; y de una apasionada Fundadora que lleva adelante con todas sus fuerzas el proyecto de amor que el Señor le hace descubrir lenta-mente en la silenciosa cotidianidad de su existencia, a través de su vida humana y espiritual. ¡Buena lectura!
Madre Miriam Cunha Sobrinha
Superiora General