Vida, obra y espiritualidad de la Madre Clelia Merloni

Libros

Ella me Dice

Título: Ella me Dice
Subtítulo:  Cartas de Madre Clelia Merloni
Autor: Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús
Fecha de publicación: 2019

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Queridos/as Jóvenes,
Este libro fue preparado con cariño, pensado en ti para que puedas encontrar en las Cartas de Madre Clelia Merloni, Fundadora de las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, una orientación y una inspiración para las diversas circunstancias de la vida. Aquí fueron seleccionadas algunas Cartas de Madre Clelia, las cuales fueron agrupadas en los siguientes temas: La vida espiritual, Como a ti mismo y Buscar la Santidad. Parafraseando cada una de las Cartas, se encuentran comentarios pertinentes de distintos autores, haciendo así las palabras de la Madre más claras y próximas a la realidad personal.
El llamado a ser mejores cada día nos impulsa a buscar la santidad, ya que toda persona es tocada íntimamente por el don de Dios para ser lo mejor que puede llegar a ser. Partiendo de ese principio, Madre Clelia, por sus ejemplos y escritos, nos dice que en el camino de la santidad se da un paso a la vez, se sube un escalón a la vez. Así es, el camino transcurre durante toda la vida, pero es necesario que sea continuo. Madre Clelia se preocupó por brindar oportunidades para que los niños y jóvenes tuvieran una formación integral, insistía en la práctica del buen ejemplo, dice: “Las palabras conmueven, pero los ejemplos arrastran”.
Queremos, con estas Cartas de Madre Clelia, ofrecerte un camino a ser recorrido, un ejemplo a ser imitado, palabras a ser oídas, una presencia amiga y materna a ser sentida. Tenemos la certeza de que Madre Clelia nos acompaña y nos inspira buenas actitudes por medio de sus palabras.
Deseamos un bendecido camino en la presencia de Madre Clelia. ¡Hagamos de sus enseñanzas, una luz en nuestro camino!

Madre Miriam Cunha Sobrinha
Superiora General

Como un grano de trigo

Título: Como un grano de trigo
Subtítulo: Biografía de la Madre Clelia Merloni
Autor: Nicola Gori
Editor: ‎Effatà Editrice
Fecha de publicación: 2017

 

«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24)

Esta es la vida de Madre Clelia Merloni (1861-1930), Fundadora de las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús: mujer fuerte, valiente, amable, compasiva con todas las personas necesitadas: niños, huérfanos, mujeres pobres y abandonadas, jóvenes, ancianos y familias. Supo ser creativa en el amor, abriendo muchas posibilidades y oportunidades para ayudar concretamente a estas personas. Practicó una extrema caridad también con sus hijas de la congregación, perdonándolas y alejando de su mente, de su corazón y de sus labios pensamientos y palavras de venganza y condena. El lema del Instituto: «La caridade de Cristo nos impulsa» tomó forma y visibilidad a través de su vida, vivida con generosa gratuidad en el desprendimiento de sí misma.

El autor de este libro, el escritor Nicola Gori, a través del documento de la «Positio», describió en estas páginas la vida de Madre Clelia con claridad y competencia. El título del libro expresa plenamente la vida de una mujer que se donó enteramente para que triunfase el Instituto que ella había fundado en honor del Sagrado Corazón de Jesús, no obstante las numerosas persecuciones y calumnias de las que fue víctima. De todo ello la figura de Madre Clelia salió purificada y santificada, y selló de luz evangélica nuestro camino de Apóstoles. Su oración de entrega total de sí misma a la voluntad de Dios y su sufrimiento han fecundado el «terreno pedregoso y espinoso» del Instituto, transformándolo en «tierra fértil» para recibir la «semilla» que, muriendo, ha dado vida nueva al Instituto de las Apóstoles.

Su confianza ilimitada en el Corazón de Jesús y en la Providencia Divina ha hecho florecer el Instituto en muchas partes del mundo. El «grano de trigo» ha producido y sigue produciendo mucho fruto a través de la presencia de cada Apóstol que entrega su vida a Cristo en la oración y en el servicio desinteresado y gratuito al prójimo, en la formación integral de la persona humana, en la recuperación de la dignidad perdida de tantas personas que son víctimas de violencia y esclavitud, así como en el servicio incansable de la evangelización.

En las páginas que siguen será posible constatar que nuestra Madre vivió con heroísmo y plenitud la octava bienaventuranza: «Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. ALÉGRENSE Y REGOCÍJENSE entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron» (Mt 5,11-12).

Madre Clelia fue modelada por el sufrimiento desde su infancia; su vida estuvo marcada por pérdidas significativas que formaron su corazón maternal. Sufrió muchas calumnias e incomprensiones en el seno del Instituto, de parte de sacerdotes y también de obispos que no la conocían, pero supo tratar a todos con respeto y dignidad, incluso sabiendo que era víctima inocente de persecuciones considerables que pusieron a dura prueba su fe y su salud.

Dice la Madre a una de sus hijas: «Desde el momento en que yo espontáneamente, bajo el impulso divino del Espíritu Santo, me consagré a su Divino Corazón, es justo que yo no pretenda otra gloria más que la de ser humillada, despreciada, calumniada, olvidada por todos, sin que nadie se compadezca… y crea por la fe que la Divina Providencia ordena y dispone sabiamente cada cosa en beneficio y a favor de mi alma, así como para beneficio del Instituto. No, hija mía, no acusemos a las criaturas de lo que Dios hace por su medio. Ellas no son más que instrumentos en manos de Dios» (tomado del Manuscrito Grande, vol. I).

Madre Clelia ofrecía todo al Corazón de Jesús y aceptaba cada situación como algo permitido por Dios, para que el Instituto se solidificase y se extendiese. Su vida fue una entrega constante para la mayor gloria del Corazón de Jesús y la salvación de la humanidad herida por el pecado y necesitada de misericordia.

Estaba segura de que ninguna de sus lágrimas, así como las de sus hijas, se perderían, porque el Sagrado Corazón recompensaría cada sacrificio y sufrimiento. En el cielo veremos con claridad lo que hoy la razón no es capaz de comprender. La Madre dice: «¡Oh! Cómo un día se explicarán diversamente, ante el tribunal de Dios, los misterios que la razón humana trata de interpretar como mejor puede hacerlo» (tomado del Manuscrito Grande, vol. II).

 

Madre Miriam Cunha Sobrinha

Superiora General

Un amor que no se rinde

Título: Un amor que no se rinde
Subtítulo: Madre Clelia Merloni
Autor: Domenico Agasso jr
Editor: ‎Effatà Editrice
Fecha de publicación: 2018

 

Un amor que no se rinde: el título de este libro revela el amor apasionado de una gran mujer al Sagrado Corazón de Jesús y al Instituto; un amor que no se rinde jamás: ama y se aban-dona hasta entregar la vida. Clelia Merloni es una mujer que no midió la generosidad del don total de sí misma por una causa noble, como ella misma escribió en su Diario: «Darle todo a Él, para encontrar todo en Él». Jugarse la vida por un noble ideal es la aventura de amor más bella que un ser humano pueda vivir en esta tierra.
Madre Clelia nos ha dejado un ejemplo atrayente de esta aventura: muchas otras jóvenes, viendo su testimonio de vida, han tenido la valentía de ser Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús abandonando todo proyecto humano, todo afecto, todo bien material, toda posibilidad de una vida autónoma, para entregarse a Dios por el bien de los demás: siguiendo las huellas de Madre Clelia ellas siembran amor en los caminos del mundo, como hicieron los Apóstoles de Jesús.
Es hermoso sentirse atraída y partícipe en este proyecto de amor que Dios soñó para Clelia; es hermoso, como ella, hacer que otras jóvenes puedan conocer, amar, seguir y servir al Señor. Jesús le pide a Clelia ser Apóstol de su Corazón y, como hizo con los Apóstoles, sus amigos más íntimos, le pide compartir con ella su vida pública entregada en los caminos «de la Galilea a la Jeru-salén» de hoy.
Jesús no le ahorró la vía del Calvario, pero la hizo capaz de recorrerla con paciencia y gran generosidad de corazón hasta transformarla en via amoris.
Sólo quien tiene un corazón libre y una confianza sin límites en la Providencia es capaz de abandonar totalmente los proyectos personales para acoger con libertad de espíritu el proyecto de Dios en la propia vida. Clelia buscó durante toda su existencia identificarse en todo con el Maestro y conformarse a su voluntad sin reservar ni una mínima parte para sí misma. Fue una gigante en la fe y en el abandono confiado.
La joven Clelia no hizo como el joven rico del Evangelio, que no tuvo la valentía de vender todo lo que poseía para darlo a los pobres y seguir a Jesús. Fue la hija única de Joaquín Merloni, un rico empresario de San Remo, que creció como una prin-cesa bajo el cuidado de su padre, quien quería prepararla para un futuro brillante. Quiso para ella una educación intelectual refinada, estudios de lengua francesa e inglesa, lecciones parti-culares de piano y de bordado en oro, preciosos vestidos, viajes y jóvenes que la cortejaban, pero ella consideró todo esto una pérdida comparado con el amor de Cristo. Renunció a todo para seguir al celestial esposo que la llamaba a un ideal divino. Amar a Jesús con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, sin guardarse nada: con el único deseo de seguir a Jesús de cerca, como los apóstoles Juan, Pedro, Santiago, Andrés.
A nosotras, sus hijas, nos recomienda: «Aprendamos a ser Apóstoles no sólo de nombre, sino con el verdadero espíritu de los Apóstoles… Vistiendo el Hábito de la Apóstol han asumido sus obligaciones y, por lo tanto, deben a Jesús una correspon-dencia de amor sin reservas. El amor, hijas mías, consiste en el sacrificio y en la virtud. Sean generosas, y el Sagrado Corazón les recompensará cada pena mucho más de cuanto puedan imaginar. Traten de actuar siempre con rectitud, bajo la mirada de Dios, olvidándose de ustedes mismas para socorrer a quien sufre, teniendo paciencia con las personas molestas, soportando silenciosamente todos los sufrimientos que les puedan sobrevenir en el corazón, en el espíritu y en el cuerpo» – (Mg., I, p. 120 y Mg., II, pp. 159-160).
El fin fundamental para su obra era «buscar con pasión la gloria del Sagrado Corazón de Jesús, propagando su devoción y tratando de reparar las ofensas que Él recibe de los pecadores, especialmente de los asociados a las sectas masónicas y de los sacerdotes apóstatas» (Reglas Manuscritas, 1). Se ofreció como una «víctima en el altar» por la conversión de su padre y de los pecadores.
En las Reglas Manuscritas, con el título de «Directorio», dejó escrito que: «Las Hermanas Apóstoles procurarán alcanzar este fin ofreciendo al Corazón Sacratísimo de Jesús todas las obras de caridad a las cuales las destinará la obediencia». Y al enumerar las obras, prioriza la misión con los emigrantes, especialmente los italianos que van al extranjero buscando una nueva vida. Son personas que necesitan asistencia material y espiritual; dejando entrever que dicha misión está abierta también a los emigrantes de otras nacionalidades.
En Castelnuovo Fogliani, invitada por el obispo de Piacenza, Mons. Juan Bautista Scalabrini, hizo la revisión de las Reglas Manuscritas para poder tener la aprobación diocesana del Insti-tuto y por petición del obispo Scalabrini modificó el nombre por el de «Apóstoles Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús», un cambio que le costó muchísimo. Scalabrini mismo aprobó las Constituciones. Todo tuvo lugar el 10 de junio de 1900.
La Madre era una mujer libre para su tiempo y, podría decir, tenía amplitud de miras respecto al futuro. Su vida se desarrolla entre finales del 1800 e inicios del 1900, en una sociedad muy machista donde la mujer era infravalorada. Ella intentó hacer comprender, con su labor concreta, que la mujer tiene una dignidad propia que debía ser rescatada. Por eso estimulaba a las Hermanas a formarse bien para poder formar mujeres libres y autónomas, capaces de constituir una buena familia y encontrar un puesto de trabajo en la sociedad. Tenía una mirada especial para las mujeres pobres e ignorantes, sin formación intelectual: sabía que se las consideraba como el sector más frágil, vulnerable y explotado de la sociedad; y las primeras obras iniciadas por ella manifestaban esta preocupación. En primer lugar, al inicio de su actividad apostólica acogió a las niñas huérfanas, a las jóvenes pobres y necesitadas de formación, a las mujeres ancianas enfermas y abandonadas; y también a las jóvenes «desampa-radas», que encontraba en la calle, necesitadas de cuidados espe-ciales para poder recomenzar una vida digna. Entre los testi-monios de la Positio, encontramos el de la Hna. Eletta Celi que habla de una joven prostituta que ella misma acogió, le encontró un trabajo y le enseñó la doctrina cristiana, ayudándole a recu-perar su dignidad, perdida a causa de la extrema pobreza y la falta de un trabajo digno para mantenerse.
Madre Clelia tuvo siempre un corazón sensible en su rela-ción con los más débiles, más pobres y más necesitados. Abrazó las obras de misericordia corporales y espirituales como misión, sin preocuparse por la condición social: ella contemplaba a la persona con una mirada tierna y con amor, ayudándole en cada necesidad, humana, material, intelectual y espiritual.
Fue una educadora excelente, y se ocupaba directamente de la formación de las Hermanas y de las jóvenes: enseñaba música, piano, bordado y doctrina cristiana. Veía la educación como una obra de caridad: las Hermanas educadoras tienen que aprender a tratar a todos con dulzura y firmeza para formar personalidades fuertes y suaves al mismo tiempo.
El autor de este libro, el escritor Domenico Agasso, ha captado con propiedad el perfil personal de la Madre y lo ha desarrollado con mucha familiaridad. Le agradezco este hermoso trabajo que nos ayudará a conocer con mayor profundidad las «teselas de varias medidas y colores» que componen el «mosaico» de la vida de una mujer fuerte, voluntariosa y tenaz como Clelia Merloni; y de una apasionada Fundadora que lleva adelante con todas sus fuerzas el proyecto de amor que el Señor le hace descubrir lenta-mente en la silenciosa cotidianidad de su existencia, a través de su vida humana y espiritual. ¡Buena lectura!

 

Madre Miriam Cunha Sobrinha
Superiora General

Diario de Madre Clelia Merloni

Título: Diario de Madre Clelia Merloni
Subtítulo: Mujer del perdón
Autor: Clelia Merloni e Nicola Gori
Editor: ‎Effatà Editrice
Fecha de publicación: 2018

 

Introduzco el Diario con las mismas palabras de Madre Clelia que describen su ofrecimiento cotidiano y revela el deseo de su corazón de consagrada, esposa y Madre.

“Yo Hermana Clelia Merloni prometo a nuestro Señor Jesucristo ofrecerme cada mañana en unión a sus Santas llagas, al Divino Padre para la salvación del mundo entero, y para el bien y perfeccionamiento de mi Instituto. Lo adoraré en todos los corazones que lo reciban, en la Santísima Eucaristía, le agradezco el dignarse a descender en tantos corazones tan poco preparados”.

En todo el Diario se percibe su preocupación por la salvación de los pecadores y por el bien del Instituto por ella fundado. Ella ofreció al Señor todo tipo de sufrimiento y dolor físico, moral y espiritual por las intenciones que guardaba en el corazón.

Como escribe Nicola Gori, la vida de la Madre ha sido muy atribulada y de grandes combates, humano y espirituales para superar los sentimientos más íntimos que quisieron arrastrarla por caminos más cómodos a la naturaleza, pero ella jamás cedió y con coraje eligió recorrer el camino estrecho “armada” de la oración y “revestida” de la humildad. ¡Es admirable la fortaleza de esta mujer!

“Vencerse a sí mismo es el decreto de los Santos. Este es el camino que Dios me ha trazado, la vía estrecha, el amor por las humillaciones y por las cruces, el espíritu de generosidad, de sacrificio, la muerte a todo lo que no es Dios y que no guía mi alma hacia Él directamente”.

Con coraje desmesurado escoge seguir a Cristo recorriendo el camino de la humildad, consciente que, eligiendo este camino, elegiría las humillaciones, el anonadamiento, las persecuciones y las incomprensiones de todo tipo. Sabía que este camino había sido derribado por el “Hijo del Hombre” mucho antes que ella existiera, cuando Él no encontró un lugar digno para nacer en Belén y lo colocaron en un pesebre; cuando fue exiliado a Egipto para huir de las persecuciones del Rey Herodes, cuando fue incomprendido por los escribas y fariseos, cuando fue traicionado y vendido por los amigos y fue crucificado solamente porque nos ha amado hasta el extremo.

El amor evoca amor y Clelia escogió para sí el camino estrecho y quiso con toda la generosidad de su alma seguir los mismos pasos del Señor:

“Tú, oh Jesús, precede mis pasos, y haz que yo jamás me niegue a recorrer tus caminos ya por ti, oh Jesús, trazados para mí”.

Ella concibe la humildad como una “vestidura” de la que el alma tiene necesidad de revestirse para darle gusto a Jesús y vencer las tentaciones y las seducciones del maligno. Quiere presentarse ante el esposo con una vestidura bella, espléndida, sin mancha, lavada en la “sangre del Cordero” para eliminar las manchas del pecado y de toda presunción humana. Para alcanzar esta meta dedicará toda la vida combatiendo con su naturaleza contra el enemigo invisible.

Clelia fue una mujer de fuerte personalidad, voluntariosa, tenaz, firme, pero al mismo tiempo afectuosa, tierna, dócil, capaz de donarse a sí misma por completo por una gran causa, aún a costa de grandes sacrificios. En ella los opuestos encuentran una perfecta armonía. Conoce los límites de su naturaleza, pero no tiene miedo de escalar las altas cumbres para encontrar al Amado de su vida. Sabe que jamás está sola, Él camina con ella, más aun, es Él quien le prepara la alforja para el camino y el ajuar para el “matrimonio”:

“Jesús quiere que yo me vista con las vestiduras nuevas, que me ha preparado su amor. Él me hará el ajuar, yo no tendré más que aceptarlo de sus Santísimas Manos. Cuando Él quiera entretenerse con mi pobre alma, esta debe vestirse de humildad como quiere Dios de mí. Aquí está el sentido del modo con el que debo vestirme: Todo en mí debe ser animado por el espíritu de humildad”.

En la “alforja” para el viaje sabe que tiene que llevar los “instrumentos” necesarios parar recorrer el camino de ascesis que la preparará al encuentro con su esposo anhelado: la fe, la oración, la eucaristía, el rosario, las mortificaciones, el despojamiento, la renuncia, la abnegación, el abandono total a su Providencia y a la Voluntad de Dios:

“Hoy tuve la inspiración de tener los ojos fijos en Dios, cuanto más el alma es llamada a seguirlo de cerca, más debe mortificarse. El perfecto despojamiento es la condición más necesaria para ofrecerse a Dios. Una cosa de la que se despoja, se la deja y no se la retoma más, necesito dejar las costumbres defectuosas, como se deja un hábito gastado que no se lo usa más”.

Madre Clelia es consciente que entregar la vida para la conversión y salvación de los pecadores le costará un precio muy alto, tendrá que luchar con las “fuerzas visibles e invisibles” citadas en el Diario, sabe que además de lidiar con la propia naturaleza humana tendrá que luchar con el enemigo de la Cruz de Cristo que no quiere que las almas se salven.

“Arrecien incluso los vientos de las tentaciones, surjan incluso todos mis enemigos visibles e invisibles, pero yo estando abrazada contigo a la Cruz, más nada temeré”.

La Madre advierte la persecución del demonio que le quiere impedir el revestirse de las vestiduras de la humildad que la preparará para el encuentro con el Esposo.

Conserva un gran amor a la Cruz de Cristo y manifiesta su gran deseo de hacerse una con Él sobre la Cruz. En relación con el Crucificado utiliza un lenguaje nupcial: “extendiéndome con Él en la Cruz”, quiere ser solidaria con el Señor en el máximo dolor, no dejarlo solo extendido entre la tierra y el cielo. Desea compartir su destino y beber con Él el mismo cáliz amargo de las contradicciones y del abandono total por parte de las personas más queridas.

Utiliza a menudo en las meditaciones el soliloquio aconsejándose a sí misma como si hablase con otra persona, una manera, quizás, de escucharse después de haber vivido una profunda soledad. En la oración coloquial con Jesús siempre mantuvo una profunda unión con Él aún en los momentos de aridez y de desierto. Si su corazón y sus sentidos no conseguían sentir la presencia del Señor, su mente iluminada por la fe le decía que Él estaba siempre presente. Cuantas veces tuvo que sacrificar la propia razón humana para dar espacio a la fe.

El escritor Nicola Gori la definió “Mujer del perdón”. Creo que esta definición encierra el estilo de vida de una Mujer que, como “discípula y Apóstol”, ha aprendido “en la escuela” del Corazón de Cristo, único y verdadero Maestro, a perdonar siempre.

“Jesús me susurra en el alma que las obras son el lenguaje del corazón; que por los frutos y no por las hojas se conoce la bondad de una planta. Él no solo quiere que yo perdone de corazón todos los agravios recibidos por mis ofensores, sino que procure hacer todo el bien que me es posible y especialmente que rece mucho por ellos, que los compadezca, los disculpe, y les desee la parte de su gloria en el Cielo”.

La Madre quiere ir a Jesús completamente libre y, casi al final del Diario, escribe sobre la santa indiferencia, concepto utilizado en la espiritualidad ignaciana.

“A costa de cualquier sacrificio quiero llegar a la santa indiferencia. Quiero ser de Dios sin restricción; sin división… La providencia de Dios exige de mí esta indiferencia. Siendo Dios sabiduría y ciencia infinita Él sabe y conoce aquellos medios que me conducirán a alcanzar mi fin último con plena seguridad. La santa indiferencia me librará de todas las inquietudes, de todas las angustias y consideraciones, que proceden de mi excesivo afecto a las cosas creadas; ésta alejará de mi corazón todas las pasiones con las que continuamente es combatido; esta es la santa indiferencia que reconducirá a la calma mi alma, y será para mí como una felicidad anticipada”.

Ella precede a Santa Faustina Kowalska (1905-1937) con sus reflexiones sobre la misericordia:

El alma por más cargada de miserias que esté no tiene que tener miedo de Dios porque Él siempre está pronto a tenerle misericordia, y el más grande placer que pueda tener Jesús es aquel de poder conducir a su Eterno Padre el mayor número de pecadores que sea posible. Los pecadores arrepentidos son la gloria y las joyas de Jesús.

Agradezco al escritor Nicola Gori por la bellísima interpretación espiritual que ha hecho del Diario de nuestra Beata Madre Clelia Merloni, seguramente ella fue “probada en el fuego” según la lógica del Evangelio y su vida da testimonio de que es el Señor quien tiene la última palabra, cuando nos confiamos a Él.

 

Madre Miriam Cunha Sobrinha

Superiora General