Título: Diario de Madre Clelia Merloni
Subtítulo: Mujer del perdón
Autor: Clelia Merloni e Nicola Gori
Editor: Effatà Editrice
Fecha de publicación: 2018
Introduzco el Diario con las mismas palabras de Madre Clelia que describen su ofrecimiento cotidiano y revela el deseo de su corazón de consagrada, esposa y Madre.
“Yo Hermana Clelia Merloni prometo a nuestro Señor Jesucristo ofrecerme cada mañana en unión a sus Santas llagas, al Divino Padre para la salvación del mundo entero, y para el bien y perfeccionamiento de mi Instituto. Lo adoraré en todos los corazones que lo reciban, en la Santísima Eucaristía, le agradezco el dignarse a descender en tantos corazones tan poco preparados”.
En todo el Diario se percibe su preocupación por la salvación de los pecadores y por el bien del Instituto por ella fundado. Ella ofreció al Señor todo tipo de sufrimiento y dolor físico, moral y espiritual por las intenciones que guardaba en el corazón.
Como escribe Nicola Gori, la vida de la Madre ha sido muy atribulada y de grandes combates, humano y espirituales para superar los sentimientos más íntimos que quisieron arrastrarla por caminos más cómodos a la naturaleza, pero ella jamás cedió y con coraje eligió recorrer el camino estrecho “armada” de la oración y “revestida” de la humildad. ¡Es admirable la fortaleza de esta mujer!
“Vencerse a sí mismo es el decreto de los Santos. Este es el camino que Dios me ha trazado, la vía estrecha, el amor por las humillaciones y por las cruces, el espíritu de generosidad, de sacrificio, la muerte a todo lo que no es Dios y que no guía mi alma hacia Él directamente”.
Con coraje desmesurado escoge seguir a Cristo recorriendo el camino de la humildad, consciente que, eligiendo este camino, elegiría las humillaciones, el anonadamiento, las persecuciones y las incomprensiones de todo tipo. Sabía que este camino había sido derribado por el “Hijo del Hombre” mucho antes que ella existiera, cuando Él no encontró un lugar digno para nacer en Belén y lo colocaron en un pesebre; cuando fue exiliado a Egipto para huir de las persecuciones del Rey Herodes, cuando fue incomprendido por los escribas y fariseos, cuando fue traicionado y vendido por los amigos y fue crucificado solamente porque nos ha amado hasta el extremo.
El amor evoca amor y Clelia escogió para sí el camino estrecho y quiso con toda la generosidad de su alma seguir los mismos pasos del Señor:
“Tú, oh Jesús, precede mis pasos, y haz que yo jamás me niegue a recorrer tus caminos ya por ti, oh Jesús, trazados para mí”.
Ella concibe la humildad como una “vestidura” de la que el alma tiene necesidad de revestirse para darle gusto a Jesús y vencer las tentaciones y las seducciones del maligno. Quiere presentarse ante el esposo con una vestidura bella, espléndida, sin mancha, lavada en la “sangre del Cordero” para eliminar las manchas del pecado y de toda presunción humana. Para alcanzar esta meta dedicará toda la vida combatiendo con su naturaleza contra el enemigo invisible.
Clelia fue una mujer de fuerte personalidad, voluntariosa, tenaz, firme, pero al mismo tiempo afectuosa, tierna, dócil, capaz de donarse a sí misma por completo por una gran causa, aún a costa de grandes sacrificios. En ella los opuestos encuentran una perfecta armonía. Conoce los límites de su naturaleza, pero no tiene miedo de escalar las altas cumbres para encontrar al Amado de su vida. Sabe que jamás está sola, Él camina con ella, más aun, es Él quien le prepara la alforja para el camino y el ajuar para el “matrimonio”:
“Jesús quiere que yo me vista con las vestiduras nuevas, que me ha preparado su amor. Él me hará el ajuar, yo no tendré más que aceptarlo de sus Santísimas Manos. Cuando Él quiera entretenerse con mi pobre alma, esta debe vestirse de humildad como quiere Dios de mí. Aquí está el sentido del modo con el que debo vestirme: Todo en mí debe ser animado por el espíritu de humildad”.
En la “alforja” para el viaje sabe que tiene que llevar los “instrumentos” necesarios parar recorrer el camino de ascesis que la preparará al encuentro con su esposo anhelado: la fe, la oración, la eucaristía, el rosario, las mortificaciones, el despojamiento, la renuncia, la abnegación, el abandono total a su Providencia y a la Voluntad de Dios:
“Hoy tuve la inspiración de tener los ojos fijos en Dios, cuanto más el alma es llamada a seguirlo de cerca, más debe mortificarse. El perfecto despojamiento es la condición más necesaria para ofrecerse a Dios. Una cosa de la que se despoja, se la deja y no se la retoma más, necesito dejar las costumbres defectuosas, como se deja un hábito gastado que no se lo usa más”.
Madre Clelia es consciente que entregar la vida para la conversión y salvación de los pecadores le costará un precio muy alto, tendrá que luchar con las “fuerzas visibles e invisibles” citadas en el Diario, sabe que además de lidiar con la propia naturaleza humana tendrá que luchar con el enemigo de la Cruz de Cristo que no quiere que las almas se salven.
“Arrecien incluso los vientos de las tentaciones, surjan incluso todos mis enemigos visibles e invisibles, pero yo estando abrazada contigo a la Cruz, más nada temeré”.
La Madre advierte la persecución del demonio que le quiere impedir el revestirse de las vestiduras de la humildad que la preparará para el encuentro con el Esposo.
Conserva un gran amor a la Cruz de Cristo y manifiesta su gran deseo de hacerse una con Él sobre la Cruz. En relación con el Crucificado utiliza un lenguaje nupcial: “extendiéndome con Él en la Cruz”, quiere ser solidaria con el Señor en el máximo dolor, no dejarlo solo extendido entre la tierra y el cielo. Desea compartir su destino y beber con Él el mismo cáliz amargo de las contradicciones y del abandono total por parte de las personas más queridas.
Utiliza a menudo en las meditaciones el soliloquio aconsejándose a sí misma como si hablase con otra persona, una manera, quizás, de escucharse después de haber vivido una profunda soledad. En la oración coloquial con Jesús siempre mantuvo una profunda unión con Él aún en los momentos de aridez y de desierto. Si su corazón y sus sentidos no conseguían sentir la presencia del Señor, su mente iluminada por la fe le decía que Él estaba siempre presente. Cuantas veces tuvo que sacrificar la propia razón humana para dar espacio a la fe.
El escritor Nicola Gori la definió “Mujer del perdón”. Creo que esta definición encierra el estilo de vida de una Mujer que, como “discípula y Apóstol”, ha aprendido “en la escuela” del Corazón de Cristo, único y verdadero Maestro, a perdonar siempre.
“Jesús me susurra en el alma que las obras son el lenguaje del corazón; que por los frutos y no por las hojas se conoce la bondad de una planta. Él no solo quiere que yo perdone de corazón todos los agravios recibidos por mis ofensores, sino que procure hacer todo el bien que me es posible y especialmente que rece mucho por ellos, que los compadezca, los disculpe, y les desee la parte de su gloria en el Cielo”.
La Madre quiere ir a Jesús completamente libre y, casi al final del Diario, escribe sobre la santa indiferencia, concepto utilizado en la espiritualidad ignaciana.
“A costa de cualquier sacrificio quiero llegar a la santa indiferencia. Quiero ser de Dios sin restricción; sin división… La providencia de Dios exige de mí esta indiferencia. Siendo Dios sabiduría y ciencia infinita Él sabe y conoce aquellos medios que me conducirán a alcanzar mi fin último con plena seguridad. La santa indiferencia me librará de todas las inquietudes, de todas las angustias y consideraciones, que proceden de mi excesivo afecto a las cosas creadas; ésta alejará de mi corazón todas las pasiones con las que continuamente es combatido; esta es la santa indiferencia que reconducirá a la calma mi alma, y será para mí como una felicidad anticipada”.
Ella precede a Santa Faustina Kowalska (1905-1937) con sus reflexiones sobre la misericordia:
El alma por más cargada de miserias que esté no tiene que tener miedo de Dios porque Él siempre está pronto a tenerle misericordia, y el más grande placer que pueda tener Jesús es aquel de poder conducir a su Eterno Padre el mayor número de pecadores que sea posible. Los pecadores arrepentidos son la gloria y las joyas de Jesús.
Agradezco al escritor Nicola Gori por la bellísima interpretación espiritual que ha hecho del Diario de nuestra Beata Madre Clelia Merloni, seguramente ella fue “probada en el fuego” según la lógica del Evangelio y su vida da testimonio de que es el Señor quien tiene la última palabra, cuando nos confiamos a Él.
Madre Miriam Cunha Sobrinha
Superiora General