Título: Como un grano de trigo
Subtítulo: Biografía de la Madre Clelia Merloni
Autor: Nicola Gori
Editor: Effatà Editrice
Fecha de publicación: 2017
«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24)
Esta es la vida de Madre Clelia Merloni (1861-1930), Fundadora de las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús: mujer fuerte, valiente, amable, compasiva con todas las personas necesitadas: niños, huérfanos, mujeres pobres y abandonadas, jóvenes, ancianos y familias. Supo ser creativa en el amor, abriendo muchas posibilidades y oportunidades para ayudar concretamente a estas personas. Practicó una extrema caridad también con sus hijas de la congregación, perdonándolas y alejando de su mente, de su corazón y de sus labios pensamientos y palavras de venganza y condena. El lema del Instituto: «La caridade de Cristo nos impulsa» tomó forma y visibilidad a través de su vida, vivida con generosa gratuidad en el desprendimiento de sí misma.
El autor de este libro, el escritor Nicola Gori, a través del documento de la «Positio», describió en estas páginas la vida de Madre Clelia con claridad y competencia. El título del libro expresa plenamente la vida de una mujer que se donó enteramente para que triunfase el Instituto que ella había fundado en honor del Sagrado Corazón de Jesús, no obstante las numerosas persecuciones y calumnias de las que fue víctima. De todo ello la figura de Madre Clelia salió purificada y santificada, y selló de luz evangélica nuestro camino de Apóstoles. Su oración de entrega total de sí misma a la voluntad de Dios y su sufrimiento han fecundado el «terreno pedregoso y espinoso» del Instituto, transformándolo en «tierra fértil» para recibir la «semilla» que, muriendo, ha dado vida nueva al Instituto de las Apóstoles.
Su confianza ilimitada en el Corazón de Jesús y en la Providencia Divina ha hecho florecer el Instituto en muchas partes del mundo. El «grano de trigo» ha producido y sigue produciendo mucho fruto a través de la presencia de cada Apóstol que entrega su vida a Cristo en la oración y en el servicio desinteresado y gratuito al prójimo, en la formación integral de la persona humana, en la recuperación de la dignidad perdida de tantas personas que son víctimas de violencia y esclavitud, así como en el servicio incansable de la evangelización.
En las páginas que siguen será posible constatar que nuestra Madre vivió con heroísmo y plenitud la octava bienaventuranza: «Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. ALÉGRENSE Y REGOCÍJENSE entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron» (Mt 5,11-12).
Madre Clelia fue modelada por el sufrimiento desde su infancia; su vida estuvo marcada por pérdidas significativas que formaron su corazón maternal. Sufrió muchas calumnias e incomprensiones en el seno del Instituto, de parte de sacerdotes y también de obispos que no la conocían, pero supo tratar a todos con respeto y dignidad, incluso sabiendo que era víctima inocente de persecuciones considerables que pusieron a dura prueba su fe y su salud.
Dice la Madre a una de sus hijas: «Desde el momento en que yo espontáneamente, bajo el impulso divino del Espíritu Santo, me consagré a su Divino Corazón, es justo que yo no pretenda otra gloria más que la de ser humillada, despreciada, calumniada, olvidada por todos, sin que nadie se compadezca… y crea por la fe que la Divina Providencia ordena y dispone sabiamente cada cosa en beneficio y a favor de mi alma, así como para beneficio del Instituto. No, hija mía, no acusemos a las criaturas de lo que Dios hace por su medio. Ellas no son más que instrumentos en manos de Dios» (tomado del Manuscrito Grande, vol. I).
Madre Clelia ofrecía todo al Corazón de Jesús y aceptaba cada situación como algo permitido por Dios, para que el Instituto se solidificase y se extendiese. Su vida fue una entrega constante para la mayor gloria del Corazón de Jesús y la salvación de la humanidad herida por el pecado y necesitada de misericordia.
Estaba segura de que ninguna de sus lágrimas, así como las de sus hijas, se perderían, porque el Sagrado Corazón recompensaría cada sacrificio y sufrimiento. En el cielo veremos con claridad lo que hoy la razón no es capaz de comprender. La Madre dice: «¡Oh! Cómo un día se explicarán diversamente, ante el tribunal de Dios, los misterios que la razón humana trata de interpretar como mejor puede hacerlo» (tomado del Manuscrito Grande, vol. II).
Madre Miriam Cunha Sobrinha
Superiora General