Vida, obra y espiritualidad de la Madre Clelia Merloni

Experiencias

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Descubra los preciosos testimonios de las hermanas que vivieron junto a la Beata Clelia Merloni, que ofrecen una visión íntima y conmovedora de su vida, su misión y su santidad.

Estos relatos, recogidos por quienes compartieron su vida cotidiana, revelan aspectos únicos de su personalidad, su profundo amor al Sagrado Corazón de Jesús y su inquebrantable dedicación a la misión de fundar y dirigir el Instituto de las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús. A través de las palabras de quienes fueron testigos de su humildad, valentía y entrega, se nos invita a conocer más profundamente la riqueza de su espiritualidad y el impacto de su presencia en la vida de muchos.

Que estos testimonios sean fuente de inspiración para todos nosotros, mostrando cómo Madre Clelia, con su fe y su caridad, sigue siendo un ejemplo vivo de amor y de servicio a Dios y al prójimo.

El corazón que reconoce a Cristo

Un día se presentó un hombre con un traje un tanto extravagante y la Hermana que fue a abrirle, presa del miedo, se apresuró a cerrar la puerta sin darle limosna. Cuando la Madre se enteró de esto, envió inmediatamente a la Hermana a buscar a aquel pobre hombre por las calles de la ciudad y que diera vueltas hasta encontrarlo para ofrecerle caridad. Afortunadamente pudo encontrarlo, por lo que el asunto terminó en paz. (Testimonio de Hna. Amelia Soria, que siguió a Madre Clelia al exilio)

Una mirada de misericordia

“En los primeros días de nuestra permanencia en Alejandría, una mañana la Madre Fundadora me llamó y me dijo: «Hermana, mira, aquí enfrente debe haber una familia que una vez fue señorial y ahora está arruinada; todos sufren en esa casa. Ve, date prisa; no digas nada a nadie; ve a ver, y a la vuelta infórmame de todo». Dije: «Madre, ¿cómo me presento?; ¿qué digo, puesto que no los conozco?» «Ve, obedece y no hables”. Fui y encontré a una señora que, al ver una Hermana, rompió a llorar y me acompañó a la cama de su hija enferma, para que me contara las desventuras de su familia: su padre estaba desempleado, su hija llevaba varios años enferma y no les quedaba nada para vivir. A mi regreso, informé de todo a la Madre. Desde ese mismo día, la Madre envió comida y cena y continuó en esta obra de caridad durante varios meses, además de hacer todo lo posible para que el marido encontrara trabajo. (Testimonio de la Hna. Diomira Ceresoli)

Madre Clelia, solícita en la caridad

“¡Cuántas veces la buena Madre Clelia hacía misteriosos rollos que, atados con un cordel, bajaba desde su ventana y hacía llegar a las manos de algún albañil (de los que parecían más necesitados) que trabajaba abajo!” (Testimonio de la Hna. Teresina Bourlot)

Madre Clelia y los niños

“A los niños que venían a jugar cerca de la casa les lanzaba caramelos y golosinas, y ellos también habían aprendido a llamarla, aunque nunca la habían visto más que desde la ventana.” (Testimonio de la Hna. Imelde Stecco, que vivió con la Madre en la época del exilio)

Madre Clelia y su amor por los animales

“La Madre era una amante de los pajaritos Tenía varios pichones en su habitación a los que llamaba por sus nombres. Más tarde algunos murieron y otros se fueron volando, pero ella les daba de comer en la ventana y era bonito ver cuando ella se asomaba con su cufia blanca, como una bandada de pajaritos venía revoloteando y se posaba en la terraza de abajo. También sentía compasión por los perros. En Marcelina había muchos, algunos callejeros. Rogaba a las Hermanas de la guardería que trajeran restos de pan, y por la noche uno de ellos venía ladrando bajo la ventana para obtener su cena. También criaba palomas y alimentaba a los pichones con sus manos, dándoles maíz numerado: tres granos, por ejemplo: en honor de la Santísima Trinidad, 7 en honor del Espíritu Santo, etc.” (Testimonio de la Hna. Imelde Stecco, que vivió con la Madre en la época del exilio)