Vida, obra y espiritualidad de la Madre Clelia Merloni

La Humildad

La catequesis sobre la humildad nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA HUMILDAD DE MADRE CLELIA MERLONI

“Tratemos de comprender que solo la humildad es la que nos hace grandes ante Dios”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La virtud de la humildad es el cimiento sólido del edificio espiritual de nuestra alma; es la virtud que se contrapone al vicio del orgullo, considerado por todos los Padres de la Iglesia como un auténtico enemigo de la vida espiritual. Las Sagradas Escrituras subrayan y exaltan la humildad como la característica de quienes están con Dios. También Madre Clelia comprendió perfectamente el significado de la virtud de la humildad y la practicó en grado heroico durante toda su vida.

Humildad y vida

Para la Sierva de Dios ser humilde significa reconocer la propia condición de pecadores, por la cual el alma invoca la acción divina y, abierta a la gracia, adquiere la capacidad de llegar con Cristo a la verdadera grandeza.

Un testigo afirma:
“Ella no mostró orgullo jamás, sino una gran humildad y sobriedad en sus gustos y deseos: procuraba siempre apartar la atención de sus méritos atribuyéndolos a la intervención de Dios; de ella no salían nunca palabras de crítica hacia los demás, sino que por el contrario intentaba valorar cualquier pequeño servicio y cualquier tarea por insignificantes que pareciesen”.

La humildad llega a ser una característica tan particular de su carácter que conmueve a las personas que la rodean. La humildad frente a los demás nace de su convicción de que Dios está presente en cada ser humano.

Lo confirman algunos testigos:
“La humildad de la Madre se manifestaba en los momentos en los que reconocía con prontitud sus propios errores, acusándose de ellos en voz alta”.

“La Sierva de Dios no dudaba en realizar cualquier trabajo por humilde que fuese. Sobre todo en la época de construcción de la nueva Comunidad, tras el desastre financiero, cuando el dinero escaseaba y se multiplicaban las actividades de todo tipo, se ocupaba de todo, salía a pedir limosna como lo hacían sus hermanas aun siendo la Superiora, y se encargaba de todas las responsabilidades administrativas de la Congregación”.

“Frente a los ejemplos ciertos y convincentes que se desprenden de los testimonios, se puede afirmar que el ideal de humildad antes descrito encaja con el ejercicio constante de la Sierva de Dios, que comprendió y ejerció la humildad con perseverancia y entrega para asemejarse a Cristo.”

Modelo de humildad

La Sierva de Dios, durante toda su vida, fue un verdadero modelo de humildad. La practicó en las circunstancias concretas y en su actitud, considerándose la última de todos, aun siendo la Fundadora. La rapidez con la que pedía perdón a los demás, nada más darse cuenta de sus faltas, es verdaderamente admirable. Estaba convencida de que solo la humildad nos hace grandes ante Dios y amaba tanto esta virtud que se había obligado a sí misma mediante un voto a practicarla y, en particular, a no quejarse jamás de pensamiento ni de palabra de cualquier trato injusto de que pudiese haber sido objeto. Nunca dejó de ser fiel a este propósito.

Lo confirman algunos testigos:
“La Sierva de Dios cultivó la humildad con continuos actos de renuncia y soportó incluso el desprecio. En los inicios del Instituto, cuando en Viareggio comenzó la obra con las cuatro primeras hermanas, no quiso ser la Superiora”.

“Madre Clelia no tuvo nunca dificultad en salir a pedir limosna, exhortando además a las hermanas a salir tendiendo la mano con humildad”.

“Ya he dicho que Madre Clelia tenía un carácter fuerte, pero después de un arrebato enseguida se arrodillaba para pedir perdón. También he dicho ya que Madre Clelia había encargado a una monja de la Comunidad que la reprendiese cada vez que faltaba a la virtud de la humildad a causa de su temperamento impulsivo”.

“En los doce años pasados fuera del Instituto estuvo dispensada de los votos, pero ella se obligó a mantener un voto particular: observar la humildad”.

Aunque fuese la fundadora no ambicionó nunca estar en un lugar destacado, ni se consideró nunca superior a sus hermanas de Comunidad; antes bien, se sometía espontáneamente a sus hijas espirituales más humildes, precisamente para parecerse a Jesús en la dulzura y en la humildad de corazón. No quería que se le dispensasen honores especiales por ser la fundadora, ni aceptaba jamás atenciones especiales al vestir o al comer. Todo lo contrario: deseaba ser olvidada, despreciada, y a menudo le escuchaban decir que sin humildad no puede florecer ninguna virtud. Nunca se dejó llevar de la vanidad ni de la vanagloria, y vigilaba siempre que las hermanas practicasen del mismo modo la virtud de la humildad.

La prueba más grande

La prueba suprema de esta virtud fue el penosísimo alejamiento del Instituto que ella había fundado y su consiguiente decisión de dejarlo. Vivió este alejamiento durante muchos años como una inmolación a la Voluntad de Dios y no defendió sus derechos de fundadora porque decía: “La obra la he fundado por Él, Él es el Patrón y Él pensará en cómo sacarla adelante, si quiere”.

Cuando se enteró de que el Consejo generalicio había elegido a la nueva Superiora General sin habérselo consultado ni advertido a ella, aceptó el hecho consumado a pesar de que sabía muy bien quién estaba maniobrando en la sombra para destituirla. Agachó entonces la cabeza y pronunció su “así sea” amoroso refugiándose en el Corazón de Jesús.

Madre Clelia, a pesar de estos hechos dolorosos, escribió repetidas veces solicitando discretamente su reingreso en la Congregación, demostrando una gran virtud heroica. De regreso al Instituto aceptó vivir en un lugar apartado, adorando a Jesús Sacramentado en la oración y en el ofrecimiento de sus sufrimientos físicos, como reparación de las ofensas infligidas al Sacratísimo Corazón de Jesús. Se comportó como una novicia, sin pedir ni exigir nada.

Conclusión

Madre Clelia ha demostrado haber practicado la humildad en un grado heroico durante cada fase de su vida. Toda su atención estaba dedicada a reconocer en cada cosa la gracia de Dios y, a pesar de que la propia vida se hubiera encargado de humillarla hasta el extremo, la Sierva de Dios salió victoriosa, lo que no habría sido posible si antes no hubiera plantado en lo más profundo de su ser las raíces de esta virtud fuerte, espléndida y heroica.

Para reflejar:
1- ¿Qué te llama más la atención de la humildad practicada por Madre Clelia?
2- En tu vida cotidiana, ¿a qué reto te invita el ejemplo de Madre Clelia?
3- Intenta elegir uno o dos actos de humildad para practicar durante este mes.

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La Esperanza

La catequesis sobre la esperanza nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA ESPERANZA DE MADRE CLELIA

“Sí, Dios mío, solo porque te demoras en escucharme, yo espero en que me escucharás; y aunque más me rechaces, más me abandonaré con ardor y confianza entre vuestros brazos paternos”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La esperanza cristiana surge de la realidad histórica, concreta y precisa de la realización de la promesa de Dios, proclamada y garantizada en plenitud en la Resurrección de Cristo. Para Madre Clelia la esperanza fue un verdadero programa de vida libremente elegido, una actitud de constante y confiada espera de la realización de esta promesa.

Esperanza como adhesión a la voluntad de Dios

En cada instante de su vida Madre Clelia ha testimoniado su firme adhesión a la voluntad de Dios, a la que ha respondido siempre con una gran esperanza. Ella siempre se ha sentido hija de Dios, Creador y Padre, abandonándose completamente en sus brazos.

Afirma un testigo:
“La Sierva de Dios continuamente manifestó su esperanza en Dios: ya sea cuando Él da, como cuando Él quita, porque lo reconocía como el Padre que todo lo ve y que, a su debido tiempo interviene y provee, tanto para las necesidades humanas como para aquellas del espíritu.

El completo abandono en los brazos del Padre constituía el hilo conductor de la vida: esta visión la llevaba a estar fuertemente convencida que Dios cuidaría de su futuro, del futuro de la Congregación como del futuro de las persona a ella confiadas.

Esperanza en los bienes eternos

Sabemos que la fe en Cristo hace que la esperanza se transforme en certeza, sobre todo en aquello que reguarda a la salvación; entonces la esperanza da un amplio horizonte a la fe y lleva al alma hacia la verdadera vida. Bien se puede decir que Madre Clelia poseía una esperanza ilimitada, de hecho tenía sus ojos siempre fijos hacia la meta del Paraíso, miraba a los santos, como intercesores que la habían precedido en el cielo. Reflexionaba a menudo sobre las realidades sobrenaturales y nutría una profunda esperanza de alcanzar el premio eterno.

Esperanza y oración

Al ejercicio de la esperanza por parte de Madre Clelia, se asociaba su excepcional espíritu de oración, esto para decir que la primera encontraba impulso y era reforzada por la segunda. A pesar de los tiempos difíciles, la madre no se desanimó nunca, confiando ciegamente en el arma de la esperanza: mayores eran las dificultades que se presentaban y más intensa era su oración.

Son significativas las palabras de este testigo: “Yo pienso que, solo el saber aceptar y esperar rezando, la solución de los problemas complicados de las hijas del Instituto, demuestra cuán viva, estable y sólida era en ella la virtud de la esperanza. La Madre Fundadora, en los momentos difíciles del Instituto era habituada a decir: “oremos, aceptemos, reparemos”.

Esperanza en las angustias del espíritu

Hay un período de la vida de Madre Clelia en el cual las dificultades que reguardaban su fundación o su persona se hicieron totalmente abrumadoras, tanto que la madre fue obligada a abandonar la congregación por ella misma fundada. Fue un tiempo tanto doloroso, como heroico, porque ni por un momento Madre Clelia dejó de esperar, confiada en que superaría dignamente esta prueba y retornaría luego entre sus hijas.

Lo confirma un testigo:
“Siempre fue sostenida por la esperanza teologal especialmente en las angustias del espíritu, sobre todo en los tristes años de su salida de la congregación, ella rezó y esperó siempre en que los problemas se resolverían, reencontrando la armonía y así regresar a la familia espiritual por ella fundada. Su firme esperanza fue recompensada después de años de espera, con el reingreso a la Congregación”.

Durante su exilio fue precisamente la virtud de la esperanza que la ayudó a soportarla pobreza, la precariedad de su salud y todos los sufrimientos del espíritu. Los testimonios que dan cuenta de este período de su vida la recuerdan optimista y llena de la luz divina: sólo la presencia de una ferviente esperanza podía hacer que no cediera nunca a la desesperación, ni aún en los momentos más oscuros.

Difusión de la esperanza

Una virtud así radiante no podía no revelarse y difundirse. Hacía de ella un faro de esperanza para cualquiera que la conociera.

Afirma un testigo:
“Por la esperanza puedo decir que la madre infundía fe en Dios y animaba a cualquiera que estaba en dificultad, guiándolo al Sagrado Corazón de Jesús y de María, asegurando que si lo hacía con viva esperanza y seguridad en la bondad y en el poder de Dios, obtendrían sus gracias”.
“Recuerdo como un estribillo una de sus frases: “Continúa a confiar y esperar contra toda esperanza, en el poder del Sagrado Corazón de Jesús”.

Conclusión

La esperanza de Madre Clelia era inquebrantable. Vivió abandonada en los brazos de la Divina Providencia, sin jamás perder la certeza de ser siempre y donde sea asistida por Dios, manteniendo la serenidad en el trato, la paz del corazón y la paciencia en las inenarrables pruebas.

Resumiendo, resulta claro que el único objetivo que Madre Clelia tenía fijo delante de sus propios ojos era el goce de Dios: como el Alfa y la Omega de la vida,como principio y fin de toda aspiración y de todo trabajo, como el punto de llegada y como el medio, gracias al cual se llega al final del camino.

Para reflejar:
1- ¿Qué te dice la esperanza de Madre Clelia?
2- ¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de hoy perdido delante del mal y de la violencia que lo circundan, desanimado por sentirse impotente?
3- ¿Es posible vivir hoy la esperanza como la vivió ella?

La Caridad

La catequesis sobre la caridad nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA CARIDAD DE MADRE CLELIA

“Tu debes amar a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo viendo a Dios en él; no ahorrándote nada y realizando cualquier sacrificio por cumplir su santa voluntad”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La caridad es la virtud que nos une a Dios, nuestro fin último, de manera sobrenatural, con un vínculo absoluto, dándonos la posesión real de Dios y estableciendo una mutua amistad entre Él y nosotros.

Ella constituye la esencia de la perfección cristiana, supone y encierra todas las otras virtudes y sin ella las otras virtudes no tendrían valor alguno. De esta caridad era llena la sierva de Dios Clelia Merloni.

Caridad hacia Dios

La caridad hacia Dios era la razón misma de la vida de Madre Clelia,se mantenía constantemente unida al Señor en la meditación de su paterna bondad y de los misterios de la fe. El amor por Dios era para ella como un fuego que ardía, por este amor consagró toda su vida.

Relata un testigo:
“Sobre la virtud de la caridad, puedo atestiguar que la sierva de Dios la practicaba heroicamente; esto lo puedo decir sin miedo a equivocarme porque los largos años vividos junto a Madre Clelia me han hecho comprender cuánto ella amaba y practicaba la caridad. Antes que nada amaba a Dios y su santa Ley sobre toda cosa y amaba mucho al sagrado Corazón de Jesús y María”.

Vivía continuamente en unión con el Señor y ello se veía sobretodo en el hecho de cuánto y cómo rezaba.

He aquí cómo la recuerda un testigo:
“Aquello que puedo decir acerca de la caridad de la Sierva de Dios hacia el Señor es que ella era en constante e íntima unión con Él, a través de la oración vocal y mental. Del conjunto de las cartas que la madre escribía a sus hijas espirituales se percibe cómo ella estaba llena del amor de Dios, inculcando tal amor a sus mismas hijas. Estando yo en la casa donde la madre transcurrió el último año de su vida puedo decir que su deseo fue el de vivir y morir en Dios”.

No sólo su amor hacia Dios era grande sino que también tenía una fuerza tal de hacer crecer esta virtud incluso en el corazón de los otros. Este deseo suyo de inculcar en los otros la caridad hacia Dios asumía, a veces, un carácter tan simple, que dejaba una fuerte impresión sobre las personas que estaban junto a ella.

Leamos otro testimonio:
“Antes de salir del cuarto de la Madre, la Sierva de Dios me dijo: ‘Dame el crucifijo (lo tenía siempre junto a ella), bésalo ¿Quieres a Jesús? Ámalo mucho, mucho’. Me ha quedado en la mente la impresión de una Madre serena, muy cariñosa, deseosa de que fuéramos verdaderas hermanas y que amaramos mucho al Corazón de Jesús”.

Caridad hacia el prójimo

La perfección no se agota en la caridad hacia Dios, debe extenderse también hacia el prójimo, amado porque se ama a Dios. Madre Clelia era consciente de la presencia de Dios en cada persona, consecuentemente buscaba de asumir una actitud que fuese la que mejor se ajustara a aquella que habría tenido el mismo Jesús.

Cuenta una de las hermanas:
“Su infinito amor se dirigía también hacia el prójimo; la caridad hacia los pobres, los enfermos, los niños, era su característica; era sensible a las necesidades de los otros. Era opinión común la afirmación según la cual la Madre al socorrer a los necesitados tenía “las manos agujereadas”. No hace falta decir que el origen de tal laboriosa caridad fue Dios mismo”.

Era cuidadosa y vigilante con la salud del alma; así lo expresa la siguiente afirmación de un testigo: “La sierva de Dios tenía mucho celo por la salvación de las almas: oraba y hacía mucha penitencia por su salvación. Amó sinceramente a sus enemigos, integrándolos en sus oraciones y exhortando a sus hermanas a unirse a sus oraciones”.

También su relacionamiento con las hijas espirituales era siempre muy cálido.

Relata un testigo:
“Todas las hermanas se alegraban cuando se presentaba la ocasión de tener que entretenerse con nuestra Veneradísima Madre Fundadora. Escuchaba con paciencia todo cuanto le decíamos; daba mensajes y consejos, o también hacía observaciones e incluso reprendía, pero siempre con caridad”.

Madre Clelia enseñaba la importancia del respeto y del amor recíproco ya sea con la palabra como también con el ejemplo. Quería que el espíritu de caridad reinara en su Congregación y no se cansaba jamás de inculcarlo en las hermanas jóvenes.

“De frente a la falta de caridad ella exigía inmediatamente el acto de la reconciliación; no admitía que la desarmonía separara el corazón de sus hijas. Las penitencias que ella daba consistían, casi siempre, en oraciones o en humildes servicios dirigidos a las hermanas”.

La expresión más alta de la caridad en Madre Clelia es elperdón. Durante su vida recibió tantas ofensas incluso de parte de las propias hermanas. Ella respondió siempre con caridad, paciencia y perdón. De esta manera no sólo ha imitado a su Salvador, sino que se ha identificado con el Corazón de Jesús, traicionado y traspasado y ha participado de Su acto de Redención. Como Jesús, Madre Clelia ha derramado el óleo de a caridad sobre los daños recibidos y luego ha transformado esas heridas en fuentes de amor que se han revertido sobre todos aquellos que la hicieron sufrir. En 1927, casi al final de su vida, después de tantas pruebas, incomprensiones, calumnias, Madre Clelia ha exclamado:

“El Divino Corazón de Jesús quiera cumplir este mi voto y concederme la gracia que, todas unidas en Él con los sagrados vínculos de la Caridad, sepultando en el olvido un dolorosísimo pasado, yo pueda transcurrir los pocos días que todavía me restan, en el retiro y en la paz de mi Instituto”.

Conclusión

El ardor de la caridad presente en la vida de la Sierva de Dios era todavía fuerte en su corazón cuando fue readmitida, después del injusto exilio, en la Casa General en Roma. En los últimos dos años de su vida dio a las hermanas los más brillantes ejemplos de caridad. Verdaderamente el lema paulino “Caritas Christi urget nos” era la trama sustancial de cada uno de sus actos y las hermanas, especialmente las más jóvenes, eran santamente edificadas.

Para reflejar:
1- ¿Qué te dice la caridad de Madre Clelia?
2- ¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de hoy siempre más orientado al individualismo, al egoísmo, a la búsqueda de los intereses personales?
3- ¿Es posible vivir hoy la caridad como la vivió ella?