Vida, obra y espiritualidad de la Madre Clelia Merloni

La Oración

La catequesis sobre la oración nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA ORACIÓN EN LA VIDA DE MADRE CLELIA MERLONI

“La oración es todo lo que hay de más sublime en la Religión; es una elevación de nuestra mente y de nuestro corazón al cielo; es una conversación íntima con Dios, es la unión del alma al Sumo Bien; es la ocupación de los ángeles en el paraíso permitida a los hombres sobre la tierra; es la vida del cielo comenzada aquí en la tierra. Con la oración nos elevamos sobre todo lo que pasa… comprendiendo que solo Dios es todo, nos abandonamos en Él, para no vivir más que por Él”. (Madre Clelia)

De los escritos de Madre Clelia

Introducción

La historia de la salvación se inicia en el momento en el que el hombre se hace capaz de acoger la revelación de Dios y de responder a la misma en la vida y en la oración. El hombre se define como “homo orans”, porque adora, escucha y responde a Dios, confiriendo la verdad a la propia existencia. Sin oración, el hombre no encuentra la verdad ni descubre su nombre. No podemos encontrar nuestra identidad si no es volviéndonos a Dios, que es el origen y el fin de nuestras vidas. Para Madre Clelia la oración era muy importante y necesaria, y escribía: “La oración es para mí indispensable como lo es el pan, el aire y la misma vida”.

Oración: relación de amor con Dios, vivo y real

Es siempre Él que prepara el encuentro; es Él el que despierta el deseo en el corazón; es él quien primero llama por nombre y espera. Permanece siempre cierto aquello que dice San Agustín: “Tú no lo habrías buscado si Él no te hubiera buscado primero”.

Cuando una persona se prepara a orar, como primer paso, inmediatamente toma consciencia de una presencia, de la Divina Presencia, la siente cercana, íntima, familiar, segura. Así, de manera lenta y serena, comienza un “tú a tú”, un “cara a cara” que elimina todo miedo y preocupación y abre el corazón a una plena e ilimitada confianza, como entre amigos.

La Madre testimonia de sí misma:
“Hoy, Jesús me hace sentir una ilimitada fe y confianza en su divino Corazón y (yo) disfruto muchísimo, sabiendo que la confianza es la llave que abre los tesoros de su infinita misericordia. Déjame, oh Jesús, tu amor: es todo lo que yo quiero; todo lo demás para mí es nada… Yo quiero amarte con toda la intensidad de mi corazón, no amándote más que a ti, y todas las otras cosas en Ti y por Ti”.

Es precisamente en esta “sed privilegiada” del corazón que se celebra el misterio del Amor.

Ella misma decía:
“Para hacer oración no necesito ni libro, ni método, ni esfuerzo de mente y de voluntad. Basta que yo entre dulcemente en mí misma; aquí encuentro a Dios, encuentro la paz, a veces llena de suavidad, a veces árida, pero siempre íntima y real”.

Lo confirma el P. Terrinoni:
Basta “entrar serena, humilde, confiada en aquel Corazón que te acoge como esposa; entrar para gustar su amor con tu alma y todo tu ser; entrar, agrega el Santo Padre, para ‘leer el misterio del Corazón del Hombre Crucificado, que era y es el Hijo de Dios’, entrar para comprender con San Pablo ‘cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad y conocer la caridad de Cristo, que supera todo conocimiento”.

Oración y vida

La oración es un diálogo confiado y dramático con Dios presente. La fe que da fuerza a la oración puede ser condensada en la siguiente expresión: “Tú eres y yo soy gracias a ti y tú me invitas a vivir contigo”. El cristiano que ora sabe qué es la vida eterna: conocer a Dios como Padre del Señor Jesús, conocer a Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre, mediador entre nosotros y el Padre y creer en el Espíritu Santo que reza en nosotros.

Escribe el P. Terrinoni:
“Decir ‘Corazón de Jesús’ para Madre Clelia seguramente es afirmar: el Corazón de Jesús está aquí abierto, delante de ti y para ti. Es el refugio de las almas favoritas, es la fuente en la que se encuentran “todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”; es la sala nupcial en la que vienen celebradas las nupcias. Este Corazón ahora se dirige a ti y te invita a entrar para iniciar el itinerario del Amor, para dejarte lavar en el baño de su amor, para dejarte renovar”.

Madre Clelia, dirigiéndose a las hijas, aclara:
“Recuerden, sin embargo, que es necesario empeñarse para mantener una consciencia pura y dominar las pasiones; porque aquellos que no quieren sacrificarse y mejorar el propio comportamiento no pueden esperar buenos frutos de este santo ejercicio.

No olviden: quien no quiera dejar las cosas terrenas no estará en grado de levantar su espíritu al Cielo. Verdaderamente debemos buscar la intimidad con Dios y romper absolutamente con la vida disipada, que se pierde en los pensamientos inútiles, en las distracciones, y fácilmente concede a la naturaleza sensible todo aquello que ella reclama. Vivir distraídos todo el día y recogerse en la oración son cosas incompatibles”.

La palabra de petición tan querida a la Madre es: docilidad, nada más que docilidad al amor, que ilumina, calienta, mueve y transforma dinámicamente. Es la experiencia que la Madre ha hecho y nos transmite en forma simple: “Yo encuentro mis delicias en el entretenerme con Dios, en mantenerme en su divina presencia… Siento que mi corazón está continuamente unido al de Dios y se deja conducir en todo por su Espíritu”.

Oración confiada incluso en las grandes pruebas

La Madre Fundadora, que por largo tiempo vivió y experimentó el dolor de las pruebas y el dolor del amor, permaneciendo en aquel corazón, lo caracteriza con expresiones e imágenes maravillosas: “Único reposo de las almas cansadas y agobiadas”, “única nave que ninguna tempestad puede hacer naufragar”. “Océano de amor”, “océano de paz”, “místico nido”, “arca bendita”, “hoguera de amor”, “morada permanente”, “mar de las divinas gracias y consolaciones”, “asilo de paz”.

Invita maternalmente a una hija:
“Ah, hija, ¡solo de Dios tenemos necesidad, solo Él conoce el secreto para aliviar nuestro corazón abatido, y solamente en Él encontraremos siempre el verdadero consuelo en nuestros males! ¡Para nuestros males! La oración a veces le habrá parecido dura; pero ahora que tiene el corazón herid, siente la necesidad de este suave bálsamo, el único que puede detener la sangre que brota de él ¿verdad que es así? Abandónese, pues, confiadamente en Jesús; la plegaria del dolor, regada por las lágrimas, es poderosa junto a aquel Corazón tierno y amorosísimo”.

Conclusión

Podemos afirmar que para vivir en modo heroico las virtudes teologales, la oración es indispensable. En la vida de Madre Clelia la oración fue una experiencia profundamente nupcial, necesaria, como el aire que respiraba, intensa de un amor apasionado y exclusivo por “Sólo Dios”.

En la introducción del libro de las oraciones de Madre Clelia leemos: “En el ‘Santuario del Corazón’ encontramos un altar, y sobre este altar está presente el alma de la Madre, su ser que se ofrece, se dona, se inmola a cada momento de su vida, en cada respiro, en cada palpito de su corazón. Es el corazón de Madre Clelia en unión con el Corazón de Jesús”.

Oremos junto a nuestra Madre:
“Yo tengo un Dios en mí, y en consecuencia yo soy un templo,
un santuario, un altar que encierra la divinidad acompañada
de innumerables espíritus celestes
que lo adoran, y le rinden sus homenajes.
Yo me uno a ustedes, oh Espíritus beatos, yo amo y adoro
con ustedes a mi Jesús.
¡Ay! Suplan oh espíritus celestes, con la pureza y
el ardor de sus homenajes y de su amor,
la debilidad de mis sentimientos, dejen que
yo una mi corazón al suyo, mi espíritu al vuestro
para formar unidos un solo corazón y un solo espíritu
para pensar en Jesús,
para adorarlo, para amarlo, para alabarlo, si no cuanto
merece al menos cuanto ustedes puedan”.

Para la Reflexión:
1- Partiendo de la experiencia de Madre Clelia ¿cómo puedo describir y evaluar mi vida de oración?
2- Mirando mi realidad y la realidad que me circunda ¿qué me inspira la oración de Madre Clelia?
3- Qué cosas distraen mi oración? ¿Cómo puedo superarlas? ¿Cómo puedo estar más atenta ya sea en mi oración personal como en la Santa Misa?

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La Esperanza

La catequesis sobre la esperanza nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA ESPERANZA DE MADRE CLELIA

“Sí, Dios mío, solo porque te demoras en escucharme, yo espero en que me escucharás; y aunque más me rechaces, más me abandonaré con ardor y confianza entre vuestros brazos paternos”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La esperanza cristiana surge de la realidad histórica, concreta y precisa de la realización de la promesa de Dios, proclamada y garantizada en plenitud en la Resurrección de Cristo. Para Madre Clelia la esperanza fue un verdadero programa de vida libremente elegido, una actitud de constante y confiada espera de la realización de esta promesa.

Esperanza como adhesión a la voluntad de Dios

En cada instante de su vida Madre Clelia ha testimoniado su firme adhesión a la voluntad de Dios, a la que ha respondido siempre con una gran esperanza. Ella siempre se ha sentido hija de Dios, Creador y Padre, abandonándose completamente en sus brazos.

Afirma un testigo:
“La Sierva de Dios continuamente manifestó su esperanza en Dios: ya sea cuando Él da, como cuando Él quita, porque lo reconocía como el Padre que todo lo ve y que, a su debido tiempo interviene y provee, tanto para las necesidades humanas como para aquellas del espíritu.

El completo abandono en los brazos del Padre constituía el hilo conductor de la vida: esta visión la llevaba a estar fuertemente convencida que Dios cuidaría de su futuro, del futuro de la Congregación como del futuro de las persona a ella confiadas.

Esperanza en los bienes eternos

Sabemos que la fe en Cristo hace que la esperanza se transforme en certeza, sobre todo en aquello que reguarda a la salvación; entonces la esperanza da un amplio horizonte a la fe y lleva al alma hacia la verdadera vida. Bien se puede decir que Madre Clelia poseía una esperanza ilimitada, de hecho tenía sus ojos siempre fijos hacia la meta del Paraíso, miraba a los santos, como intercesores que la habían precedido en el cielo. Reflexionaba a menudo sobre las realidades sobrenaturales y nutría una profunda esperanza de alcanzar el premio eterno.

Esperanza y oración

Al ejercicio de la esperanza por parte de Madre Clelia, se asociaba su excepcional espíritu de oración, esto para decir que la primera encontraba impulso y era reforzada por la segunda. A pesar de los tiempos difíciles, la madre no se desanimó nunca, confiando ciegamente en el arma de la esperanza: mayores eran las dificultades que se presentaban y más intensa era su oración.

Son significativas las palabras de este testigo: “Yo pienso que, solo el saber aceptar y esperar rezando, la solución de los problemas complicados de las hijas del Instituto, demuestra cuán viva, estable y sólida era en ella la virtud de la esperanza. La Madre Fundadora, en los momentos difíciles del Instituto era habituada a decir: “oremos, aceptemos, reparemos”.

Esperanza en las angustias del espíritu

Hay un período de la vida de Madre Clelia en el cual las dificultades que reguardaban su fundación o su persona se hicieron totalmente abrumadoras, tanto que la madre fue obligada a abandonar la congregación por ella misma fundada. Fue un tiempo tanto doloroso, como heroico, porque ni por un momento Madre Clelia dejó de esperar, confiada en que superaría dignamente esta prueba y retornaría luego entre sus hijas.

Lo confirma un testigo:
“Siempre fue sostenida por la esperanza teologal especialmente en las angustias del espíritu, sobre todo en los tristes años de su salida de la congregación, ella rezó y esperó siempre en que los problemas se resolverían, reencontrando la armonía y así regresar a la familia espiritual por ella fundada. Su firme esperanza fue recompensada después de años de espera, con el reingreso a la Congregación”.

Durante su exilio fue precisamente la virtud de la esperanza que la ayudó a soportarla pobreza, la precariedad de su salud y todos los sufrimientos del espíritu. Los testimonios que dan cuenta de este período de su vida la recuerdan optimista y llena de la luz divina: sólo la presencia de una ferviente esperanza podía hacer que no cediera nunca a la desesperación, ni aún en los momentos más oscuros.

Difusión de la esperanza

Una virtud así radiante no podía no revelarse y difundirse. Hacía de ella un faro de esperanza para cualquiera que la conociera.

Afirma un testigo:
“Por la esperanza puedo decir que la madre infundía fe en Dios y animaba a cualquiera que estaba en dificultad, guiándolo al Sagrado Corazón de Jesús y de María, asegurando que si lo hacía con viva esperanza y seguridad en la bondad y en el poder de Dios, obtendrían sus gracias”.
“Recuerdo como un estribillo una de sus frases: “Continúa a confiar y esperar contra toda esperanza, en el poder del Sagrado Corazón de Jesús”.

Conclusión

La esperanza de Madre Clelia era inquebrantable. Vivió abandonada en los brazos de la Divina Providencia, sin jamás perder la certeza de ser siempre y donde sea asistida por Dios, manteniendo la serenidad en el trato, la paz del corazón y la paciencia en las inenarrables pruebas.

Resumiendo, resulta claro que el único objetivo que Madre Clelia tenía fijo delante de sus propios ojos era el goce de Dios: como el Alfa y la Omega de la vida,como principio y fin de toda aspiración y de todo trabajo, como el punto de llegada y como el medio, gracias al cual se llega al final del camino.

Para reflejar:
1- ¿Qué te dice la esperanza de Madre Clelia?
2- ¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de hoy perdido delante del mal y de la violencia que lo circundan, desanimado por sentirse impotente?
3- ¿Es posible vivir hoy la esperanza como la vivió ella?

La Caridad

La catequesis sobre la caridad nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA CARIDAD DE MADRE CLELIA

“Tu debes amar a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo viendo a Dios en él; no ahorrándote nada y realizando cualquier sacrificio por cumplir su santa voluntad”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La caridad es la virtud que nos une a Dios, nuestro fin último, de manera sobrenatural, con un vínculo absoluto, dándonos la posesión real de Dios y estableciendo una mutua amistad entre Él y nosotros.

Ella constituye la esencia de la perfección cristiana, supone y encierra todas las otras virtudes y sin ella las otras virtudes no tendrían valor alguno. De esta caridad era llena la sierva de Dios Clelia Merloni.

Caridad hacia Dios

La caridad hacia Dios era la razón misma de la vida de Madre Clelia,se mantenía constantemente unida al Señor en la meditación de su paterna bondad y de los misterios de la fe. El amor por Dios era para ella como un fuego que ardía, por este amor consagró toda su vida.

Relata un testigo:
“Sobre la virtud de la caridad, puedo atestiguar que la sierva de Dios la practicaba heroicamente; esto lo puedo decir sin miedo a equivocarme porque los largos años vividos junto a Madre Clelia me han hecho comprender cuánto ella amaba y practicaba la caridad. Antes que nada amaba a Dios y su santa Ley sobre toda cosa y amaba mucho al sagrado Corazón de Jesús y María”.

Vivía continuamente en unión con el Señor y ello se veía sobretodo en el hecho de cuánto y cómo rezaba.

He aquí cómo la recuerda un testigo:
“Aquello que puedo decir acerca de la caridad de la Sierva de Dios hacia el Señor es que ella era en constante e íntima unión con Él, a través de la oración vocal y mental. Del conjunto de las cartas que la madre escribía a sus hijas espirituales se percibe cómo ella estaba llena del amor de Dios, inculcando tal amor a sus mismas hijas. Estando yo en la casa donde la madre transcurrió el último año de su vida puedo decir que su deseo fue el de vivir y morir en Dios”.

No sólo su amor hacia Dios era grande sino que también tenía una fuerza tal de hacer crecer esta virtud incluso en el corazón de los otros. Este deseo suyo de inculcar en los otros la caridad hacia Dios asumía, a veces, un carácter tan simple, que dejaba una fuerte impresión sobre las personas que estaban junto a ella.

Leamos otro testimonio:
“Antes de salir del cuarto de la Madre, la Sierva de Dios me dijo: ‘Dame el crucifijo (lo tenía siempre junto a ella), bésalo ¿Quieres a Jesús? Ámalo mucho, mucho’. Me ha quedado en la mente la impresión de una Madre serena, muy cariñosa, deseosa de que fuéramos verdaderas hermanas y que amaramos mucho al Corazón de Jesús”.

Caridad hacia el prójimo

La perfección no se agota en la caridad hacia Dios, debe extenderse también hacia el prójimo, amado porque se ama a Dios. Madre Clelia era consciente de la presencia de Dios en cada persona, consecuentemente buscaba de asumir una actitud que fuese la que mejor se ajustara a aquella que habría tenido el mismo Jesús.

Cuenta una de las hermanas:
“Su infinito amor se dirigía también hacia el prójimo; la caridad hacia los pobres, los enfermos, los niños, era su característica; era sensible a las necesidades de los otros. Era opinión común la afirmación según la cual la Madre al socorrer a los necesitados tenía “las manos agujereadas”. No hace falta decir que el origen de tal laboriosa caridad fue Dios mismo”.

Era cuidadosa y vigilante con la salud del alma; así lo expresa la siguiente afirmación de un testigo: “La sierva de Dios tenía mucho celo por la salvación de las almas: oraba y hacía mucha penitencia por su salvación. Amó sinceramente a sus enemigos, integrándolos en sus oraciones y exhortando a sus hermanas a unirse a sus oraciones”.

También su relacionamiento con las hijas espirituales era siempre muy cálido.

Relata un testigo:
“Todas las hermanas se alegraban cuando se presentaba la ocasión de tener que entretenerse con nuestra Veneradísima Madre Fundadora. Escuchaba con paciencia todo cuanto le decíamos; daba mensajes y consejos, o también hacía observaciones e incluso reprendía, pero siempre con caridad”.

Madre Clelia enseñaba la importancia del respeto y del amor recíproco ya sea con la palabra como también con el ejemplo. Quería que el espíritu de caridad reinara en su Congregación y no se cansaba jamás de inculcarlo en las hermanas jóvenes.

“De frente a la falta de caridad ella exigía inmediatamente el acto de la reconciliación; no admitía que la desarmonía separara el corazón de sus hijas. Las penitencias que ella daba consistían, casi siempre, en oraciones o en humildes servicios dirigidos a las hermanas”.

La expresión más alta de la caridad en Madre Clelia es elperdón. Durante su vida recibió tantas ofensas incluso de parte de las propias hermanas. Ella respondió siempre con caridad, paciencia y perdón. De esta manera no sólo ha imitado a su Salvador, sino que se ha identificado con el Corazón de Jesús, traicionado y traspasado y ha participado de Su acto de Redención. Como Jesús, Madre Clelia ha derramado el óleo de a caridad sobre los daños recibidos y luego ha transformado esas heridas en fuentes de amor que se han revertido sobre todos aquellos que la hicieron sufrir. En 1927, casi al final de su vida, después de tantas pruebas, incomprensiones, calumnias, Madre Clelia ha exclamado:

“El Divino Corazón de Jesús quiera cumplir este mi voto y concederme la gracia que, todas unidas en Él con los sagrados vínculos de la Caridad, sepultando en el olvido un dolorosísimo pasado, yo pueda transcurrir los pocos días que todavía me restan, en el retiro y en la paz de mi Instituto”.

Conclusión

El ardor de la caridad presente en la vida de la Sierva de Dios era todavía fuerte en su corazón cuando fue readmitida, después del injusto exilio, en la Casa General en Roma. En los últimos dos años de su vida dio a las hermanas los más brillantes ejemplos de caridad. Verdaderamente el lema paulino “Caritas Christi urget nos” era la trama sustancial de cada uno de sus actos y las hermanas, especialmente las más jóvenes, eran santamente edificadas.

Para reflejar:
1- ¿Qué te dice la caridad de Madre Clelia?
2- ¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de hoy siempre más orientado al individualismo, al egoísmo, a la búsqueda de los intereses personales?
3- ¿Es posible vivir hoy la caridad como la vivió ella?