Vida, obra y espiritualidad de la Madre Clelia Merloni

Ensinamentos

Catequeses

Ensinamentos de Madre Clélia

As palavras da Bem-Aventurada Clélia Merloni são uma orientação segura para progredir no caminho do amor ao Sagrado Coração de Jesus e aos irmãos com quem partilhamos a nossa vida e as nossas experiências.

El misterio de la Cruz

La catequesis sobre El misterio de la Cruz nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

EL MISTERIO DE LA CRUZ EN LA VIDA DE MADRE CLELIA

“La cruz es el sello de los elegidos y la garantía de las predilecciones de Jesús. Coraje, por lo tanto, y esperanza: después del Calvario, la Resurrección y, en la Resurrección, la embriaguez de paz y de la victoria”. (Madre Clelia)

“No tengas miedo de la cruz, hija mía. Dios es Padre Y la mide siempre según nuestras fuerzas; Además, de ella se derrama la Sangre divina que nos regenera. Y es fuente de todas las alegrías reservadas para nosotros allá arriba”. (Madre Clelia)

Testimonios de la Positio

Introducción

La espiritualidad de Madre Clelia se funda y se solidifica sobre el misterio de la cruz, que alcanza su culmen en la Resurrección: Una espiritualidad que nace en el Calvario, brota del costado abierto de Jesús crucificado y se perpetua en la gloria de la resurrección.
Recorriendo el camino del sufrimiento, en la experiencia del abandono humano, Madre Clelia realiza en su vida la experiencia del total abandono en Dios. Esta vida intensa e íntima, vivida en lo más profundo de su ser, nos viene transmitida como testimonio de la presencia del dolor y del sufrimiento que siempre la acompañaron.
Experimenta la agonía en el huerto, la subida al Calvario y bebe el Cáliz que el Señor le presenta, hasta la última gota. Sobre las huellas del esposo crucificado se deja conducir al supremo holocausto: se hace víctima y víctima de amor, en donde se perpetua el triunfo y la gloria del Corazón de Jesús. El misterio de la cruz, encarnado de tal manera en la realidad de su vida, transforma lentamente a Clelia Merloni de discípula del Maestro crucificado en Apóstol de su amor.

La voz de quien la conoció

Hna. Lilia Ciampolillo ha testimoniado:
“…en el período oscuro del Calvario la Madre ha aceptado generosamente la cruz de la negación y exhortaba a sí misma y a las demás a ser pacientes y esperar el momento de la reconciliación”.

Otro testigo del proceso afirmó:
“Usted misma (Madre Clelia) confiesa de haber pasado momento oscuros, pero jamás se entregó a la recriminación o a la tristeza, más bien con el rostro sereno abrazaba la cruz y ofrecía a Jesús el dolor de su corazón abatido, declarándose constantemente, como se lee en sus cartas, instrumento en las manos de Dios”.

Madre Clelia escribía:
“¿Quién más que un alma que está consagrada a Dios debe ser generosa en llevar con gran amor la cruz que Dios le asignó durante su doloroso peregrinar en este valle de lágrimas? Imiten en esto a San Andrés, discípulo de la Cruz… en ella encontró la sabiduría más sublime de la vida… ¿Tienen ustedes el mismo fervor por la Cruz de Jesucristo o, por el contrario, retroceden vilmente apenas la descubren a lo lejos? ¡Ah hijas mías, cuán lejos estamos de esta verdad: “quien no es mártir no es religiosa!…
Amen generosamente y de gran corazón todas las pequeñas cruces que la Providencia quiera enviarles y de las cuales nuestra vida está llena”.

Conclusión

A partir de los testimonios emerge que Madre Clelia ha ejercitado en grado heroico todas las virtudes, ha comprendido y asimilado el misterio de la Cruz, a través de un trabajo constante y perseverante de adhesión a Cristo, en la aceptación de las pruebas, de los sufrimientos físicos y espirituales.

Para el trabajo personal
1.- ¿Qué te dice el Misterio de la Cruz vivido por Madre Clelia?
2.-¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de nuestro tiempo que ofusca el Misterio de la Cruz y rechaza el sacrificio y el dolor?
3.- ¿Es posible vivir el Misterio de la Cruz como Misterio de Amor?

“Déjame, Jesús, tu amor:… es todo lo que yo quiero; Cualquier otra cosa es nada para mí; aún la misma inmortalidad del alma sería nada para mí si yo me supiera privada de tu amor, porque preferiría ser alejada ya de este mismo momento, antes que perder la esperanza de ser amada por ti. Quiero amarte con toda la intensidad de mi corazón, no amándote más que a Ti, y a todas las otras cosas en ti y por ti”. (Madre Clelia)

La Virgen María

La catequesis sobre la Virgen María nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA VIRGEN MARÍA EN LA VIDA Y EN LOS ESCRITOS DE MADRE CLELIA

“Imploro sobre ustedes, hijas, la materna bendición de María Santísima, para que sus corazones, bendecidos por ella, sean fecundos de flores y frutos de verdadera santidad”. (Madre Clelia)

Testimonios de la Positio

Introducción

María ocupó siempre un puesto singular en la historia del cristianismo. El “sí” dado en la anunciación la hace colaboradora en el plan de salvación de Dios Padre que envió a su Hijo para salvarnos a todos. Con su “sí”, la Virgen María se transformó en Madre de Cristo, de todos sus discípulos, de todos los tiempos y para toda la humanidad. Su presencia materna en la vida de Jesús, de la anunciación al calvario, puede ser contemplada en los Evangelios: ella es la madre que acompaña a su hijo, niño frágil en la gruta de Belén; en su crecimiento, en la vida escondida de Nazaret; en la fase adulta de la vida pública, en el anuncio de la buena noticia, en la curación de las enfermedades del cuerpo y del alma; en el sufrimiento de la pasión y en la alegría de la resurrección y del regreso al Padre. En las bodas de Caná ella es la madre presente y activa que intercede y ayuda a crecer en la fe. En el cenáculo es la mujer orante que acompaña la Iglesia naciente acogiendo el don del Espíritu Santo.

MARÍA MADRE

Haciendo una lectura atenta de los escritos de Madre Clelia, percibimos con corazón de hijas, una sensibilidad puramente materna, sensibilidad que nos induce a creer que la presencia de la Virgen María en su vida fue mucho más incisiva. A través de sus escritos nos exhorta: “Encomiéndate a tu querida mamá María; dile que quieres amar a su Jesús y que lo quieres amar mucho; que te preste su materno corazón para que, con él, tú puedas amarlo sinceramente”. Si nosotros discípulos y discípulas de Jesús recurrimos a María, tenemos la certeza que ella nos enseñará a amar a Jesús de una manera nueva. Madre Clelia comprendió y abrazó esta realidad en su vida.

Afirma un testigo:
“Amaba mucho a la Virgen y nunca la separaba de Jesús y cuando se tenía que encender la llama de la esperanza en algún corazón deprimido, ella encontraba palabras apropiadas para suscitar la paz y la confianza de Dios recomendando recurrir a María. Ella misma, personalmente, había probado hecho la experiencia de la eficacia de esta devoción”.

“Todas las hermanas que la conocieron me dijeron que están de acuerdo al declarar que la Sierva de Dios era desapegada de todo y de todos: estaba unida fuertemente a Jesús crucificado y a su Madre Inmaculada”.

MARÍA MADRE DEL SERVICIO

La mirada contemplativa de Clelia ve en la persona de María un modelo en la práctica de las virtudes, entre ellas emerge el servicio y el amor al prójimo.

El evangelista Lucas, en el texto de la visitación, nos muestra a María que camina presurosa para ir a servir a su prima Isabel ¡El amor está siempre dispuesto a servir al otro! El “sí” pronunciado en la anunciación, la pone en el camino del servicio. Madre Clelia deja trasparecer en sus escritos esta característica de María: mujer al servicio del prójimo.

En una de sus cartas escribe que la Virgen María, desde niña, se pone al servicio de los otros: “acogía siempre a todos con mucha amabilidad, dulzura y gracia, porque estaba siempre dispuesta a prestar servicio, no por la natural bondad de su carácter o por simpatía, o por amor sensible y humano, sino por un deber de fe, por amor a Dios, a quien ella ama y sirve en la persona del prójimo… María nos enseña así a practicar la caridad hacia el prójimo”. Una mirada contemplativa es aquello de lo que tenemos necesidad para cultivar y descubrir, así como Clelia, la belleza y la profundidad del amor que nos pone siempre en camino, el camino del servicio.

Una testigo nos hace saber que:
“La Madre veneraba la fiesta de los Santos, en particular las de la Virgen María; recuerdo que desde el coro recitaba puntualmente el Santo Rosario”. “Tenía un gran celo por la difusión del Evangelio y decía que rezaba mucho por los misioneros porque también ella habría querido serlo, para hacer conocer a Jesús y María”.

MARÍA MUJER DE ORACIÓN

El evangelista Lucas, tanto en los textos de la infancia como en los Hechos de los Apóstoles, deja trasparecer, aunque sea en forma indirecta, algunas imágenes de María como mujer orante.
– En el Cenáculo, en oración con los discípulos.
– En la narración de la infancia donde el autor la presenta como la mujer que guarda en el corazón todos los acontecimientos confirmando así, un camino de íntima unión con Dios.
– En Juan, donde observamos dos momentos significativos: cuando intercede por los esposos en las Bodas de Caná, y en el Calvario, de pié junto a la Cruz, como mujer oferente.

Ciertamente es en la contemplación de cada escena del Evangelio que el corazón de Madre Clelia latió fuerte viendo a la Santísima Virgen no sólo como un modelo de oración, sino confirmando, en la experiencia íntima con el Padre, la belleza y la profundidad de su misión como Madre y mediadora.

De hecho, escribe:
“Recen, hijas mías, recen tanto y, desconfiando de ustedes mismas depositen una filial y completa confianza en el Corazón de Jesús y en la protección de la Santísima Virgen, que fue la Apóstol más fervorosa, la primera de las mártires, porque aunque no derramó la sangre de sus venas, derramó la sangre de su alma dilacerada por la Pasión de su Hijo sobre el Calvario. La santa comunión y el santo rosario: he aquí las dos devociones que yo les recomiendo con todo el corazón ¿Me escucharán?”.

Un testigo sostiene que:
“La Sierva de Dios aceptó con resignación y heroísmo el calvario de su salida del Instituto. Yo digo siempre que si nuestro Instituto ha progresado es porque la Sierva de Dios aceptó esta gran cruz ofreciéndose como víctima al Sagrado Corazón y a la Virgen María”.

“Rezaba siempre y con gusto, la oración era el respiro de su alma enamorada del Sagrado Corazón y de la Santísima Virgen”.

CONCLUSIÓN

Para Madre Clelia, María es la Madre constantemente presente que intuye los sentimientos de los hijos, que cura, que protege y les da calor, que nos hace crecer en el amor hacia su hijo Jesús.

Podemos confirmar a través de sus escritos que la Virgen María no es sólo un modelo de oración, sino un ejemplo significativo y profundo de madre amorosa, de fervorosa apóstol y de donación sin reserva a Dios. “Clelia fue hija atenta y disponible, a semejanza de la Madre y, gracias a esta devoción, se hizo mariana en todo su ser”. Toda su vida estuvo marcada de esta experiencia mariana, tanto que, mirando hacia el fin de su existencia terrena, nuestra atención se detiene en el día de su muerte: 21 de noviembre fiesta litúrgica de la presentación de María en el Templo. Madre Clelia en este día parte a la casa del Padre. Este hecho nos hace ver entre líneas la coronación de su amor filial a María. Ahora en el cielo está con la Virgen María, a quien amó tanto aquí en la tierra.

Para la Reflexión:
1- Qué enseñanza podemos sacar para nuestra vida, considerando el gran amor de Madre Clelia por la Virgen María?
2- María se hizo sierva. También Madre Clelia entró en la dinámica del servicio y yo cómo estoy viviendo la dimensión del servicio en mi vida cotidiana?

La Reparación

La catequesis sobre la reparación nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA REPARACIÓN EN LA VIDA DE MADRE CLELIA MERLONI

“Cuando el amor Divino toma posesión de un corazón, despierta en él un gran deseo de ver a su Dios conocido, amado y servido; esta alma sufre y gime por las ofensas que otros le hacen a su divino Corazón, lleno de amabilidad y ternura por todos. Se siente impulsada para volver a conducirle aquellos pecadores que lo han abandonado”. (Madre Clelia)

“Cuando Dios ama, no desea otra cosa más que ser amado. No ama por otra cosa, sino para ser amado, sabiendo que todo el que le ame se complacerá en este mismo amor” (San Bernardo Abad)

Testimonio de la Positio

Introducción

La reparación es un elemento esencial, aunque a menudo incomprendido, de la espiritualidad del Sagrado Corazón. Jesucristo, en su vida, en su ministerio público, en la muerte y en la resurrección, realizó de una vez para siempre, la reparación de la división entre la humanidad y Dios como consecuencia del pecado. Reconocemos en la acción del acontecimiento pascual de amor y de reparación de parte de Jesús una invitación a devolver “amor por Amor”.

El espíritu de reparación impregnaba cada aspecto de la vida de Madre Clelia: “la aceptación del sufrimiento, la oración, la relación con las hermanas y con todos aquellos con los que se encontraba.

Contemplando el Corazón de Cristo ella recurría a las fuentes de su amor y estaba dispuesta a testimoniarlo en todo lugar, con la palabra y con la vida. De esta manera la Apóstol se transformaba en reparadora, cuyo primer esfuerzo era restaurar el Reino de Dios en el mundo a través de la propia vida.

La reparación, el sufrimiento personal y la vida interior de Madre Clelia

Madre Clelia entendía la reparación sin reserva como respuesta de amor a Él que nos ama y nos ha amado hasta la última gota de sangre y el último respiro. Nos lo ha dado todo, hasta el punto que ya no tenía nada más para dar ¡El amor llama al amor! ¿Cómo es posible no desear intercambiara “amor por Amor”? Clelia Merloni sabía que el Vía Crucis fue el Camino del Amor para Jesús, para ella misma y para todos aquellos que obedecen el mandamiento de Jesús de tomar la propia cruz y seguirlo.

Dijo: “De hecho la vida de Jesucristo fue toda ella una cruz y un martirio. La nuestra debe asemejársele, toda vida cristiana y religiosa debe ser una vida de víctima y de sacrificio”.
“Recuerda, hija mía, que no debes tener otra intención que la de inmolarte con tu Esposo Jesús. La esposa no debe ser más que el Esposo; por lo tanto es tu deber seguirlo a donde Él vaya, ayudarlo en todo lo que Él hace, y querer como Él, ser víctima por la salvación de los de los miembros de las sectas masónicas”.

“Tú no podrás dar a Jesús testimonio más seguro de tu estima y de tu afecto que haciéndote semejante a Él, ya que no se imitan sino a aquellos que se estiman, justamente porque el amor transforma al amante en la persona amada. Qué gran honor para ti ser amada por Dios, vivir como su divino Hijo, hablar como Jesús, obrar y padecer como Él mismo”.

Del Diario: “Tú quieres tomarlo todo; no quieres que me quede nada mío, ni de lo que haré, ni de lo que padeceré; todo debo dejarlo a tu disposición, para que tú dispongas de ello como mejor te parezca… a favor de aquellas almas, de las cuales tú deseas la conversión. Heme aquí pronta a cumplir, con tu divina gracia, todo cuanto deseas de mí. Tú… prometes de hacer descender las más electas bendiciones… y que me harás partícipe de de la alegría de la corredención, sacrificando todo cuanto tengo, todo lo que puedo y todo lo que soy a favor de aquellas pobres almas, que obtendrán el sincero arrepentimiento y el perdón de tu misericordioso y divino Corazón”.

A una Apóstol Madre Clelia le sugiere: “Ofrézcase como víctima de alabanza y reparación por los pecados de la humanidad. Haciendo así no le quedará otra cosa más que el deseo del momento supremo en el que, abismándose en el Corazón de Jesús, vivirá con Él para siempre en el esplendor de su Reino”.

Reparación en la oración de Madre Clelia

“¡Recen, hijas mías, por tantos hermanos vuestros que no rezan jamás!… ¡Alaben, bendigan, agradezcan, amen al Señor también por aquellos que no lo conocen y no lo aman!”

Estas palabras de Madre Clelia dirigidas a sus hijas descubren el espíritu de reparación que definía su oración y su relación con Dios. Nos recuerdan los sentimientos de San Bernardo quien se preguntaba: “¿Por qué no debería ser amado el Amor?”. La respuesta de Madre Clelia es clara: recen por aquellos que no rezan, amen a Dios por ellos, adoren y glorifiquen a Dios por aquellos que no lo adoran. Reparen el Corazón amoroso de Dios donándole a Él todas las personas, porque Él quiere que estén unidas a Él. Ofrézcanle toda persona.

Madre Clelia exhortaba a sus hermanas a visitar con frecuencia, durante el día, a Jesús Sacramentado custodiado en el Tabernáculo, diciendo que sus visitas debían suplir el olvido de cuantos lo descuidan. Las exhortaba a rezar por todos… y a consolar al Corazón de Jesús reparando las ingratitudes, indiferencia y los ultrajes de aquellos que viven lejos de Dios. De esta manera tanto ella como sus hermanas se convirtieron en portadoras vivas de este mensaje que para el mundo moderno es de fundamental importancia si pensamos en que el amor de Dios es a menudo ultrajado.

Desde la infancia, Clelia sufría intensamente por el distanciamiento del padre de la Iglesia y ofrecía la oración y la vida por su conversión.

Un testigo recuerda:
“Desde el momento en que comprendió qué era el pecado, Madre Clelia decidió ofrecer la vida por los pecadores, primero por su padre, masón que se convertirá”.

Como fundadora, continuaba a manifestar este deseo ardiente de que todos regresaran a este Corazón herido de amor por nosotros y deseoso de ser amado.

Otra testigo afirma:
“La Sierva de Dios tenía un gran celo por las almas y se preocupaba por su salvación eterna; oraba constantemente por los pecadores”.

En la oración personal, expresaba de forma extraordinaria su amor por Jesús y sub deseo de que Él fuera amado: “Oh Sangre Preciosísima de Vida Eterna… yo te adoro profundamente, y desearía en cuanto me sea posible, compensarte por las injurias y por las ofensas que recibes continuamente de las criaturas humanas, especialmente de las que temerariamente blasfeman contra Ti. ¿Y quién no bendecirá esta sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá enardecido de afecto hacia Jesús que la derramó?… ¡Oh, amor inmenso que nos donaste este bálsamo saludable! ¡Oh, bálsamo inestimable que brota de la fuente de un amor inmenso, haz que todos los corazones, todas las lenguas, puedan alabarte, celebrarte y agradecerte ahora y para siempre!”

Al mismo tiempo, había entendido bien que sólo unidas a la oración de Jesús nuestras oraciones pueden ser reparadoras: “Une tu oración a la que hace Jesús en el Santísimo Sacramento, y ofrece a Dios lo que hace tu Divino Esposo Jesús, para reparar todo defecto y perdida de tiempo que tú hayas tenido; une tus alabanzas a las de Jesús y, penetrando en sus santas intenciones, éstas las ofrecerás al Divino Padre para suplir las tuyas”.

Madre Clelia persistía en el espíritu de oración reparadora hasta sus últimos días. Habiendo regresado al Instituto después de doce años de exilio, pasó los últimos dos años y medio de existencia terrena en una habitación de la Casa General ubicada junto al coro, permitiéndole participar en las oraciones comunitarias y adorar la Eucaristía durante todo el día. Sus oraciones en los últimos años de su vida, unidas al sufrimiento heroico, encarnaron el espíritu de penitencia en reparación de las apostasías de los sacerdotes y seguramente del distanciamiento de tantos hombres y mujeres del corazón de su amado Jesús.

”Sea siempre bendito y alabado mi querido Jesús, que con su Sangre nos ha salvado”.

La Reparación en sus relaciones

Madre Clelia reconoce el Corazón traspasado de Cristo en los enfermos, en los pobres, en los que sufren y en los necesitados, y esto la impulsó a cuidar de estos miembros del Cuerpo de Cristo a fin de aliviar su sufrimiento.

Lo confirman los testimonios:
“Madre Clelia buscaba de consolar y aliviar los dolores de cuantos entraban en contacto con ella. Su caridad hacia los enfermos era extrema: cada doliente le daba mucha pena, entonces buscaba todo medio para aliviarle los sufrimientos”.

Quizás aún más noblemente, Madre Clelia reconoce en el maltrato sufrido de sus hermanas y de la Iglesia una ocasión para perdonar y extender la misericordia como acto de reparación. Cuando “el padre X” (Clelia rehusó difamar su reputación evitando divulgar su nombre) usó el dinero de la congregación para sus propios fines provocando la quiebra, cuando la Iglesia la quitó de la guía de la Congregación por ella fundada, y también cuando las acciones de sus hermanas la forzaron al exilio, Madre Clelia respondió con tierno amor. Ella no interpretó con resentimientos lo que le había sucedido, pronta como era a admitir los propios errores y, consecuentemente, a arrepentirse y buscar repararlos. Del mismo modo, no era menos dispuesta a perdonar a quien le hubiese hecho sufrir, ofreciendo a Cristo una misericordiosa respuesta de amor a través del perdón de las personas que le habían dañado, en particular el sacerdote que había despilfarrado el patrimonio obtenido como herencia.

El amor de Madre Clelia por el Sagrado Corazón afinó su capacidad de concentrarse sólo en Dios, ignorando las distracciones debidas al sentido de culpa, al rencor y a la autocompasión. Cuando experimentaba la angustia o cuando su corazón era herido por aquellos que amaba, ella sabía volverse hacia Jesús y unir su sufrimiento al Suyo, encontrando en Él todo apoyo, toda defensa y todo consuelo.

Conclusión

Madre Clelia vivió ¡sólo para Dios! Ella estaba enamorada de Dios, vivía de Dios. Toda su vida estaba centrada en el amor del Corazón de Jesús, en la reparación. A Él y por Él quiso ofrecer un corazón lleno de amor, derramando bálsamo sobre el corazón herido de Cristo: un verdadero acto de amor y de reparación. Su ejemplo nos enseña a todos cómo estar enraizados en el amor de tal manera que nuestras palabras y acciones puedan transformarse en fuente de curación para nuestro mundo deformado por el pecado.

Para la Reflexión:
1- ¿Dónde veo el corazón herido de Cristo en mi vida y en mis relaciones?
2- ¿Cómo podría ayudarme el ejemplo de Madre Clelia a intercambiar el Amor con mi amor?
3- ¿A qué acciones concretas de amor y reparación podría invitarme el Sagrado Corazón?
4- ¿Cómo, el Vía Crucis, puede transformarse en un camino de amor para mí?

La Oración

La catequesis sobre la oración nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA ORACIÓN EN LA VIDA DE MADRE CLELIA MERLONI

“La oración es todo lo que hay de más sublime en la Religión; es una elevación de nuestra mente y de nuestro corazón al cielo; es una conversación íntima con Dios, es la unión del alma al Sumo Bien; es la ocupación de los ángeles en el paraíso permitida a los hombres sobre la tierra; es la vida del cielo comenzada aquí en la tierra. Con la oración nos elevamos sobre todo lo que pasa… comprendiendo que solo Dios es todo, nos abandonamos en Él, para no vivir más que por Él”. (Madre Clelia)

De los escritos de Madre Clelia

Introducción

La historia de la salvación se inicia en el momento en el que el hombre se hace capaz de acoger la revelación de Dios y de responder a la misma en la vida y en la oración. El hombre se define como “homo orans”, porque adora, escucha y responde a Dios, confiriendo la verdad a la propia existencia. Sin oración, el hombre no encuentra la verdad ni descubre su nombre. No podemos encontrar nuestra identidad si no es volviéndonos a Dios, que es el origen y el fin de nuestras vidas. Para Madre Clelia la oración era muy importante y necesaria, y escribía: “La oración es para mí indispensable como lo es el pan, el aire y la misma vida”.

Oración: relación de amor con Dios, vivo y real

Es siempre Él que prepara el encuentro; es Él el que despierta el deseo en el corazón; es él quien primero llama por nombre y espera. Permanece siempre cierto aquello que dice San Agustín: “Tú no lo habrías buscado si Él no te hubiera buscado primero”.

Cuando una persona se prepara a orar, como primer paso, inmediatamente toma consciencia de una presencia, de la Divina Presencia, la siente cercana, íntima, familiar, segura. Así, de manera lenta y serena, comienza un “tú a tú”, un “cara a cara” que elimina todo miedo y preocupación y abre el corazón a una plena e ilimitada confianza, como entre amigos.

La Madre testimonia de sí misma:
“Hoy, Jesús me hace sentir una ilimitada fe y confianza en su divino Corazón y (yo) disfruto muchísimo, sabiendo que la confianza es la llave que abre los tesoros de su infinita misericordia. Déjame, oh Jesús, tu amor: es todo lo que yo quiero; todo lo demás para mí es nada… Yo quiero amarte con toda la intensidad de mi corazón, no amándote más que a ti, y todas las otras cosas en Ti y por Ti”.

Es precisamente en esta “sed privilegiada” del corazón que se celebra el misterio del Amor.

Ella misma decía:
“Para hacer oración no necesito ni libro, ni método, ni esfuerzo de mente y de voluntad. Basta que yo entre dulcemente en mí misma; aquí encuentro a Dios, encuentro la paz, a veces llena de suavidad, a veces árida, pero siempre íntima y real”.

Lo confirma el P. Terrinoni:
Basta “entrar serena, humilde, confiada en aquel Corazón que te acoge como esposa; entrar para gustar su amor con tu alma y todo tu ser; entrar, agrega el Santo Padre, para ‘leer el misterio del Corazón del Hombre Crucificado, que era y es el Hijo de Dios’, entrar para comprender con San Pablo ‘cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad y conocer la caridad de Cristo, que supera todo conocimiento”.

Oración y vida

La oración es un diálogo confiado y dramático con Dios presente. La fe que da fuerza a la oración puede ser condensada en la siguiente expresión: “Tú eres y yo soy gracias a ti y tú me invitas a vivir contigo”. El cristiano que ora sabe qué es la vida eterna: conocer a Dios como Padre del Señor Jesús, conocer a Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre, mediador entre nosotros y el Padre y creer en el Espíritu Santo que reza en nosotros.

Escribe el P. Terrinoni:
“Decir ‘Corazón de Jesús’ para Madre Clelia seguramente es afirmar: el Corazón de Jesús está aquí abierto, delante de ti y para ti. Es el refugio de las almas favoritas, es la fuente en la que se encuentran “todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”; es la sala nupcial en la que vienen celebradas las nupcias. Este Corazón ahora se dirige a ti y te invita a entrar para iniciar el itinerario del Amor, para dejarte lavar en el baño de su amor, para dejarte renovar”.

Madre Clelia, dirigiéndose a las hijas, aclara:
“Recuerden, sin embargo, que es necesario empeñarse para mantener una consciencia pura y dominar las pasiones; porque aquellos que no quieren sacrificarse y mejorar el propio comportamiento no pueden esperar buenos frutos de este santo ejercicio.

No olviden: quien no quiera dejar las cosas terrenas no estará en grado de levantar su espíritu al Cielo. Verdaderamente debemos buscar la intimidad con Dios y romper absolutamente con la vida disipada, que se pierde en los pensamientos inútiles, en las distracciones, y fácilmente concede a la naturaleza sensible todo aquello que ella reclama. Vivir distraídos todo el día y recogerse en la oración son cosas incompatibles”.

La palabra de petición tan querida a la Madre es: docilidad, nada más que docilidad al amor, que ilumina, calienta, mueve y transforma dinámicamente. Es la experiencia que la Madre ha hecho y nos transmite en forma simple: “Yo encuentro mis delicias en el entretenerme con Dios, en mantenerme en su divina presencia… Siento que mi corazón está continuamente unido al de Dios y se deja conducir en todo por su Espíritu”.

Oración confiada incluso en las grandes pruebas

La Madre Fundadora, que por largo tiempo vivió y experimentó el dolor de las pruebas y el dolor del amor, permaneciendo en aquel corazón, lo caracteriza con expresiones e imágenes maravillosas: “Único reposo de las almas cansadas y agobiadas”, “única nave que ninguna tempestad puede hacer naufragar”. “Océano de amor”, “océano de paz”, “místico nido”, “arca bendita”, “hoguera de amor”, “morada permanente”, “mar de las divinas gracias y consolaciones”, “asilo de paz”.

Invita maternalmente a una hija:
“Ah, hija, ¡solo de Dios tenemos necesidad, solo Él conoce el secreto para aliviar nuestro corazón abatido, y solamente en Él encontraremos siempre el verdadero consuelo en nuestros males! ¡Para nuestros males! La oración a veces le habrá parecido dura; pero ahora que tiene el corazón herid, siente la necesidad de este suave bálsamo, el único que puede detener la sangre que brota de él ¿verdad que es así? Abandónese, pues, confiadamente en Jesús; la plegaria del dolor, regada por las lágrimas, es poderosa junto a aquel Corazón tierno y amorosísimo”.

Conclusión

Podemos afirmar que para vivir en modo heroico las virtudes teologales, la oración es indispensable. En la vida de Madre Clelia la oración fue una experiencia profundamente nupcial, necesaria, como el aire que respiraba, intensa de un amor apasionado y exclusivo por “Sólo Dios”.

En la introducción del libro de las oraciones de Madre Clelia leemos: “En el ‘Santuario del Corazón’ encontramos un altar, y sobre este altar está presente el alma de la Madre, su ser que se ofrece, se dona, se inmola a cada momento de su vida, en cada respiro, en cada palpito de su corazón. Es el corazón de Madre Clelia en unión con el Corazón de Jesús”.

Oremos junto a nuestra Madre:
“Yo tengo un Dios en mí, y en consecuencia yo soy un templo,
un santuario, un altar que encierra la divinidad acompañada
de innumerables espíritus celestes
que lo adoran, y le rinden sus homenajes.
Yo me uno a ustedes, oh Espíritus beatos, yo amo y adoro
con ustedes a mi Jesús.
¡Ay! Suplan oh espíritus celestes, con la pureza y
el ardor de sus homenajes y de su amor,
la debilidad de mis sentimientos, dejen que
yo una mi corazón al suyo, mi espíritu al vuestro
para formar unidos un solo corazón y un solo espíritu
para pensar en Jesús,
para adorarlo, para amarlo, para alabarlo, si no cuanto
merece al menos cuanto ustedes puedan”.

Para la Reflexión:
1- Partiendo de la experiencia de Madre Clelia ¿cómo puedo describir y evaluar mi vida de oración?
2- Mirando mi realidad y la realidad que me circunda ¿qué me inspira la oración de Madre Clelia?
3- Qué cosas distraen mi oración? ¿Cómo puedo superarlas? ¿Cómo puedo estar más atenta ya sea en mi oración personal como en la Santa Misa?

La Eucaristía y el Sagrado Corazón

La catequesis sobre la Eucaristía y el Sagrado Corazón nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA EUCARISTÍA Y EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN MADRE CLELIA MERLONI

“Te dejo a los pies de Jesús Sacramentado, para que desahogues delante de Él tus penas, tus temores, tus deseos ”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

La devoción de Madre Clelia a Jesús Eucaristía

Madre Merloni supo acoger la intensidad de esta presencia única, en la que Cristo viene al encuentro de su pueblo, permitiendo al Divino Sacramento marcar sus días, llenándolos de confiada esperanza, vivificando toda iniciativa, iluminando toda oscuridad y sanando toda herida. Las hermanas de la Sierva de Dios unánimemente recuerdan cómo la mirada de su Madre era continuamente dirigida a su Señor, presente en el Sacramento del Altar, en el cual ella descubría laplena manifestación de su inmenso amor:

“Madre Clelia fue una enamorada de la Eucaristía: su alma orientada espontáneamente hacia el Tabernáculo debió sufrir la pena de ser privada de él durante todo su doloroso exilio. Reencontró en la Casa General ‘el lugar de sus delicias’, como tuvo a bien escribir, y su vida, desde 1928 hasta su muerte, fue “eminentemente eucarística”.

“Tenía una gran veneración hacia el Santísimo Sacramento. Se levantaba con frecuencia, incluso de noche, para rezar en la tribuna del coro, era vigilante centinela para que la lámpara se mantuviera siempre encendida”.

“No se dejaba abatir por las adversidades de la vida porque le bastaba permanecer en adoración delante del Santísimo Sacramento por algún tiempo para volver a llenar su alma de esperanza y alegría. A veces, quizás después de graves advenimientos se refugiaba en la Capilla y muchas hermanas ancianas que la vieron refieren que debían sacudirla con la mano para hacerla responder porque se abismaba en la contemplación de Dios y en Él se firmaba como en profundo éxtasis”.

La sierva de Dios tenía un gran amor por sus hijas espirituales y aunque se encontraba al final de sus días terrenos, de lo alto del coro guiaba, con voz dulce y segura, el encuentro de la noche con Jesús.

Relata un testigo:
“Cada noche, enseguida después de la cena un grupo de postulantes nos reuníamos en la capilla para una breve visita a Jesús Sacramentado, quedándonos en el último banco. La Madre que usualmente rezaba en su coro situado sobre el Altar, nos escuchaba rezar. Después de algunas noches, en la penumbra de la capilla nos sentimos llamar amablemente: “¡Hijas! ¿Por qué allá en el fondo? Jesús las quiere cerca de Él para hablarles de corazón a corazón, Él las ama mucho”.

Cada jueves a la noche, durante la hora de adoración delante del SS. Sacramento,siempre del coro del segundo piso, donde se encontraba su habitación, se unía a las novicias y sugería la intención de la Hora Santa.

Una testigo recuerda cómo de joven, en Roccagiovine, quedó impresionada del amor de Madre Clelia a la Eucaristía: “El domingo Madre Clelia descendía a la Iglesia para asistir a la Santa Misa, sin embargo antes de regresar permanecía horas en adoración junto al Tabernáculo: oraba mucho, era una verdadera alma de oración que impresionaba mucho.

…Si amo la oración es porque lo aprendí más viendo a la Sierva de Dios en oración profunda que por las instrucciones recibidas. Todos hablaban de la “santa Madre” y yo era contenta de poder verla de cerca para imitarla. Creo que los santos eran todos como ella sobre la tierra.no sólo aprendía a escribir, a trabajar y rezar con las Apóstoles de Madre Clelia, sino que aprendí el amor por la lectura de la vida de los Santos y el amor a la oración delante del Santísimo Sacramento.

La devoción de Madre Clelia al Sagrado Corazón de Jesús

Madre Clelia fue sensible al culto del Sagrado Corazón, fuertemente cultivado y difundido en la Iglesia de su tiempo e hizo de Jesús el Rey y el Centro de su amor. Comprendía que la doctrina del Corazón de Cristo no era hecha para ser conocida friamente, sino más bien para ser vivida y encarnada en la propia vida.

Un testigo afirma:
“El lema de la querida Madre es: “Sólo Dios”; ella era enamorada de Dios. Toda su vida se centraba en el amor al Corazón de Jesús, en la reparación. Sólo Dios era el fin de su vida y el ejercicio de sus virtudes. Nunca estaba satisfecha de aquello que hacía por Jesús y habría hecho siempre algo más, perola obediencia la disciplinaba en todo y ella obedecía de corazón y con el rostro sonriente”.

Ciertamente Madre Clelia conocía las palabras dirigida por Jesús a Santa Margarita María de Alacoque en la tercera gran revelación: – “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no recibe de ellos más que ultrajes” – meditando estas palabras ella fue tocada tan profundamente que se ofreció totalmente al Corazón de Jesús amándolo por encima de toda cosa y proponiendo a la hijas: “El Corazón de Jesús sea nuestro todo”.

Un testigo nos ofrece una reflexión importante:
“Su fisonomía espiritual se puede sintetizar en el hecho de que la Sierva de Dios fue una víctima voluntaria del Sagrado Corazón de Jesús, por el cual vivía y al cual había dedicado su Congregación”.

Precisamente gracias a su vivir totalmente para el Sagrado Corazón, Madre Clelia, habiendo experimentado en su vida sucesivas pruebas, sufrimientos, incomprensiones, hostilidades y habiéndose apoyado confiadamente sólo en Él, pudo sugerir a sus hijas: “Cuando la tempestad ruge, refugiate en la celda del Corazón de Jesús y consuélate con la esperanza que sus promesas hacen florecer perpetuamente toda alma piadosa”.

Consciente de que la devoción al Sagrado Corazón debe ser “la primera y la más querida de las devociones”, exhortaba a las Apóstoles a esculpirse con caracteres de oro en el alma las doce promesas del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Particularmente querida a Madre Clelia era la primera promesa: “Yo bendeciré las casas donde sea expuesta y venerada la imagen de mi Sagrado Corazón”. Tal promesa impulsaba, de hecho, a una misión de apostolado hacia las familias.

Relata un testigo que de niña se vio con Madre Clelia en los últimos años de su exilio:
“La devoción que ella tenía por el Corazón de Jesús era grande y decía siempre que necesitaba tenerfe y rezar al Señor. Su devoción me la transmitió también a mí, de hecho cuando me casé compré un cuadro del Corazón de Jesús y lo puse sobre una mesita con la lámpara siempre encendida. El testimonio de tanta grandeza la tuve el día en que debía dar a luz a mi primer hijo, y era un parto difícil, recuerdo que la partera salió de la habitación per pedir a mi marido que llamara al médico, yo me quedé sola rezando al Sagrado Corazón de Jesús, el cual me ayudó, y todo fue bien”.

La relación entre la devoción a la Eucaristía y al Sagrado Corazón de Jesús

Existe una profunda relación entre la Eucaristía y el Corazón de Cristo. Nacida de la Cruz, del sacrificio de Cristo, la Eucaristía ha surgido de su Corazón traspasado, nacida por tanto de la interioridad de Cristo y de su voluntad de permanecer siempre entre nosotros. El amor con el cual nos ha amado ha sido de tal manera infinito que no le ha permitido olvidarse de nosotros. De este modo, el Corazón de Jesús se encuentra vivo y palpitante en la Eucaristía.

Además, al ser la Congregación por ella fundada dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, este concepto aparecía muy frecuentemente en su lenguaje cotidiano.

Dos testigos relatan:
“Buscaba alimentar y aumentar la intensidad de la vida cristiana a través del culto, en particular de la Eucaristía y del Sacratísimo Corazón de Jesús, tanto así que ha llamado al Instituto “Apóstoles del Corazón de Jesús”.

Madre Clelia era muy devota del Sagrado Corazón de Jesús y le hablaba de Él a cualquiera que se acercaba a ella para visitarla: recomendaba ir a la Iglesia y visitar a Jesús por amor a los hombres permanecía en los Tabernáculos”.

En los escritos de Madre Clelia, en sus enseñanzas, la Eucaristía y el Sagrado Corazón son un binomio inseparable. La reparación a las ofensas infligidas a Jesús, que se ha hecho crucificar por el inmenso amor a la humanidad, hizo en ella muy vivo y relevante el concepto de “víctimas reparadoras”.

Un testigo expresa:
“La Madre nos exhortaba a mirar el Tabernáculo… a visitar muchas veces durante el día a Jesús Sacramentado, “cual prisionero por su gran amor”. Nos explicaba que nuestras visitas debían suplir el olvido de cuantos lo olvidan”.

La participación en el misterio de Cristo Eucarístico alimentaba su singular amor hacia el prójimo, le daba la valentía para llevar adelante su obra, le concedía la fuerza de soportar las numerosas renuncias que se presentaron al momento de la fundación de su Congregación y hacía de ella una persona extraordinaria, dotada de muchísimas virtudes y de un alma noble y generosa.

Para reflejar:
1- ¿Qué es lo que más te llama la atención de la actitud de Madre Clelia hacia la Eucaristía y hacia el Sagrado Corazón de Jesús?
2- ¿Soy consciente también de la presencia de Cristo en cada persona?
3- Sobre la tumba de Madre Clelia está escrito: “El Divino Corazón de Jesús fue la luz de su existencia. Los pobres, los oprimidos, los infelices su latido más tierno” ¿Late mi corazón con la caridad y la luz del Corazón de Cristo?
4- Proponte hacer cada día una visita a Jesús Sacramentado: encontrarás serenidad, fuerza espiritual, santidad y alegría.

La Humildad

La catequesis sobre la humildad nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA HUMILDAD DE MADRE CLELIA MERLONI

“Tratemos de comprender que solo la humildad es la que nos hace grandes ante Dios”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La virtud de la humildad es el cimiento sólido del edificio espiritual de nuestra alma; es la virtud que se contrapone al vicio del orgullo, considerado por todos los Padres de la Iglesia como un auténtico enemigo de la vida espiritual. Las Sagradas Escrituras subrayan y exaltan la humildad como la característica de quienes están con Dios. También Madre Clelia comprendió perfectamente el significado de la virtud de la humildad y la practicó en grado heroico durante toda su vida.

Humildad y vida

Para la Sierva de Dios ser humilde significa reconocer la propia condición de pecadores, por la cual el alma invoca la acción divina y, abierta a la gracia, adquiere la capacidad de llegar con Cristo a la verdadera grandeza.

Un testigo afirma:
“Ella no mostró orgullo jamás, sino una gran humildad y sobriedad en sus gustos y deseos: procuraba siempre apartar la atención de sus méritos atribuyéndolos a la intervención de Dios; de ella no salían nunca palabras de crítica hacia los demás, sino que por el contrario intentaba valorar cualquier pequeño servicio y cualquier tarea por insignificantes que pareciesen”.

La humildad llega a ser una característica tan particular de su carácter que conmueve a las personas que la rodean. La humildad frente a los demás nace de su convicción de que Dios está presente en cada ser humano.

Lo confirman algunos testigos:
“La humildad de la Madre se manifestaba en los momentos en los que reconocía con prontitud sus propios errores, acusándose de ellos en voz alta”.

“La Sierva de Dios no dudaba en realizar cualquier trabajo por humilde que fuese. Sobre todo en la época de construcción de la nueva Comunidad, tras el desastre financiero, cuando el dinero escaseaba y se multiplicaban las actividades de todo tipo, se ocupaba de todo, salía a pedir limosna como lo hacían sus hermanas aun siendo la Superiora, y se encargaba de todas las responsabilidades administrativas de la Congregación”.

“Frente a los ejemplos ciertos y convincentes que se desprenden de los testimonios, se puede afirmar que el ideal de humildad antes descrito encaja con el ejercicio constante de la Sierva de Dios, que comprendió y ejerció la humildad con perseverancia y entrega para asemejarse a Cristo.”

Modelo de humildad

La Sierva de Dios, durante toda su vida, fue un verdadero modelo de humildad. La practicó en las circunstancias concretas y en su actitud, considerándose la última de todos, aun siendo la Fundadora. La rapidez con la que pedía perdón a los demás, nada más darse cuenta de sus faltas, es verdaderamente admirable. Estaba convencida de que solo la humildad nos hace grandes ante Dios y amaba tanto esta virtud que se había obligado a sí misma mediante un voto a practicarla y, en particular, a no quejarse jamás de pensamiento ni de palabra de cualquier trato injusto de que pudiese haber sido objeto. Nunca dejó de ser fiel a este propósito.

Lo confirman algunos testigos:
“La Sierva de Dios cultivó la humildad con continuos actos de renuncia y soportó incluso el desprecio. En los inicios del Instituto, cuando en Viareggio comenzó la obra con las cuatro primeras hermanas, no quiso ser la Superiora”.

“Madre Clelia no tuvo nunca dificultad en salir a pedir limosna, exhortando además a las hermanas a salir tendiendo la mano con humildad”.

“Ya he dicho que Madre Clelia tenía un carácter fuerte, pero después de un arrebato enseguida se arrodillaba para pedir perdón. También he dicho ya que Madre Clelia había encargado a una monja de la Comunidad que la reprendiese cada vez que faltaba a la virtud de la humildad a causa de su temperamento impulsivo”.

“En los doce años pasados fuera del Instituto estuvo dispensada de los votos, pero ella se obligó a mantener un voto particular: observar la humildad”.

Aunque fuese la fundadora no ambicionó nunca estar en un lugar destacado, ni se consideró nunca superior a sus hermanas de Comunidad; antes bien, se sometía espontáneamente a sus hijas espirituales más humildes, precisamente para parecerse a Jesús en la dulzura y en la humildad de corazón. No quería que se le dispensasen honores especiales por ser la fundadora, ni aceptaba jamás atenciones especiales al vestir o al comer. Todo lo contrario: deseaba ser olvidada, despreciada, y a menudo le escuchaban decir que sin humildad no puede florecer ninguna virtud. Nunca se dejó llevar de la vanidad ni de la vanagloria, y vigilaba siempre que las hermanas practicasen del mismo modo la virtud de la humildad.

La prueba más grande

La prueba suprema de esta virtud fue el penosísimo alejamiento del Instituto que ella había fundado y su consiguiente decisión de dejarlo. Vivió este alejamiento durante muchos años como una inmolación a la Voluntad de Dios y no defendió sus derechos de fundadora porque decía: “La obra la he fundado por Él, Él es el Patrón y Él pensará en cómo sacarla adelante, si quiere”.

Cuando se enteró de que el Consejo generalicio había elegido a la nueva Superiora General sin habérselo consultado ni advertido a ella, aceptó el hecho consumado a pesar de que sabía muy bien quién estaba maniobrando en la sombra para destituirla. Agachó entonces la cabeza y pronunció su “así sea” amoroso refugiándose en el Corazón de Jesús.

Madre Clelia, a pesar de estos hechos dolorosos, escribió repetidas veces solicitando discretamente su reingreso en la Congregación, demostrando una gran virtud heroica. De regreso al Instituto aceptó vivir en un lugar apartado, adorando a Jesús Sacramentado en la oración y en el ofrecimiento de sus sufrimientos físicos, como reparación de las ofensas infligidas al Sacratísimo Corazón de Jesús. Se comportó como una novicia, sin pedir ni exigir nada.

Conclusión

Madre Clelia ha demostrado haber practicado la humildad en un grado heroico durante cada fase de su vida. Toda su atención estaba dedicada a reconocer en cada cosa la gracia de Dios y, a pesar de que la propia vida se hubiera encargado de humillarla hasta el extremo, la Sierva de Dios salió victoriosa, lo que no habría sido posible si antes no hubiera plantado en lo más profundo de su ser las raíces de esta virtud fuerte, espléndida y heroica.

Para reflejar:
1- ¿Qué te llama más la atención de la humildad practicada por Madre Clelia?
2- En tu vida cotidiana, ¿a qué reto te invita el ejemplo de Madre Clelia?
3- Intenta elegir uno o dos actos de humildad para practicar durante este mes.

La Fe

La catequesis sobre la fe nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA FE DE MADRE CLELIA

“Nuestra fe debe ser mayor que la de los emás debe resplandecer y brillar en nosotras”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La fe de la Sierva de Dios tuvo un carácter verdaderamente singular, la suya era una fe fuertísima, evangélica, que animaba a la multitud de las otras virtudes. Esta fe la Madre la conservó en todo momento de su vida, ninguna dificultad conseguía removerla, por el contrario, la consolidaba aún más porque creía profundamente que Dios no la abandonaría jamás.

Fe y vida

La fe de Madre Clelia, sostenida por la oración, era reforzada por su gran esfuerzo personal, basada en la Palabra de Dios y guiada únicamente del criterio evangélico. Aprovechando abundantemente la fuente bíblica ella ha plasmado todo su ser y toda su vida. Testimonia un testigo: “En un tiempo en el que no se podía leer libremente la S. Escritura, ella con pleno espíritu eclesial, nutrió su alma con la lectura de la S. Escritura, especialmente con el Nuevo Testamento, que no sólo lo leía, sino que lo asimilaba, meditaba aquello que leía hasta transformarlo en su modo de pensar y de vivir”.

La fe en la sierva de Dios constituía el alma de cada pensamiento y de toda acción, la suya era una fe viva, activa, que no se detenía en la comprensión de las verdades , sino que las vivía.

Confirma un testigo:
“puedo decir que la Sierva de Dios vivió una fe sobrenatural y la manifestó con palabras, demostrándola particularmente con los hechos”. Esta su fe se hacía evidente en sus actos de fe en la divina Providencia, en la oración personal y comunitaria, en el inculcar los principios de la fe, primeramente en el propio corazón y después también en los otros, en su filial apego a Dios y en su pleno abandono a Su Voluntad.

Fe y oración

También a través de la oración comunitaria y personal la sierva de Dios se sumergía en los misterios de la fe. La oración de Madre Clelia se nutría de esta fe y al mismo su fe se revelaba a través de la oración. Cuando oraba era concentrada y atenta.

Relata un testigo:
“Por lo que yo puedo entender de la fe y por cómo me lo han enseñado en el catecismo, puedo afirmar que Clelia Merloni profesaba la fe heroicamente. Ella creía firmemente en Dios y oraba mucho: siempre, siempre, siempre. También a nosotros nos recomendaba creer en Dios y amarlo con todas las fuerzas”.

Una de las pruebas más convincentes de que la sierva de Dios estaba inflamada del espíritu de fe lo vemos en el hecho que, obligada a permanecer en la cama y privada de fuerzas, iba al coro al que tenía acceso desde su cuarto para permanecer largo tiempo con Jesús. Cuando llegaba el silencio de la noche, a la sombra de la luz del tabernáculo, pasaba horas y horas en continua oración. Las oraciones que recitaba en la presencia de las hermanas eran espontáneas, vibraban de amor y de fe.

Fe y Eucaristía

Su fe se dirigía al culto de la SS. Eucaristía; ella prescribió la exposición del SS. Sacramento un día a la semana; además de los fines de semana que se tenía la hora santa nocturna con el fin específico por la santificación de los sacerdotes.

Cuenta un testigo:
“Yo recuerdo a la Madre como a una gran mujer de fe. Solo su fe en el S. Corazón, presente en la Eucaristía, la sostuvo en la larga espera, segura de que el Instituto saldría de la prueba exitoso”.

Fe en las grandes pruebas

Merece una mención particular la visión de fe de la sierva de Dios como respuesta orante a toda adversidad. Escuchemos un testimonio:
“Situaciones de dolor no le faltaron, pero Clelia reveló siempre un gran espíritu de fe: en cada advenimiento doloroso veía siempre la mano de paterna del Señor que todo lo permite solo por el bien verdadero de sus hijos dilectos y cuando las hermanas pensaban confortarla evidenciando la maldad y las intenciones poco caritativas de quienes le eran causa de sufrimiento, ella nunca escuchó semejantes discursos, sino que animaba siempre a ver la voluntad permisiva del Padre celeste y disculpaba a todos”.

Otro testigo confirma diciendo:
“Considerando sobre todo el duro camino recorrido por la sierva de Dios de Viareggio a Roma, pienso que sólo la luz de la fe sostuvo sus pasos. Humanamente hablando las dificultades encontradas debieron haberla detenido”. El ofrecimiento de sí misma que ella hizo a Dios, fue aceptada por Él, permitió que se sucedieran pruebas inenarrables, como enfermedades, incomprensiones, maledicencia y calumnias que exacerbaron su corazón, pero no doblegaron su fe.

Conclusión

La fe ha sostenido toda la vida de la sierva de Dios y ha sido la savia que ha impregnado cada momento de su existencia. Madre Clelia ha profesado una fe heroica en lo ordinario de la vida aceptando todos los advenimientos como permisiones de Dios.

Los últimos dos años pasados en la casa general en Roma, se transformaron en la bellísima coronación de toda su existencia terrena, demostrando sobre todo que gracias a su inquebrantable fe, atravesó el mar borrascoso de la vida sin nunca vacilar.

Para reflejar:
1- Qué te dice la fe de M. Clelia?
2- Qué puede decir M. Clelia al hombre de hoy que se le hace difícil creer?
3- Es posible vivir hoy la fe como la vivió ella?

La Caridad

La catequesis sobre la caridad nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA CARIDAD DE MADRE CLELIA

“Tu debes amar a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo viendo a Dios en él; no ahorrándote nada y realizando cualquier sacrificio por cumplir su santa voluntad”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La caridad es la virtud que nos une a Dios, nuestro fin último, de manera sobrenatural, con un vínculo absoluto, dándonos la posesión real de Dios y estableciendo una mutua amistad entre Él y nosotros.

Ella constituye la esencia de la perfección cristiana, supone y encierra todas las otras virtudes y sin ella las otras virtudes no tendrían valor alguno. De esta caridad era llena la sierva de Dios Clelia Merloni.

Caridad hacia Dios

La caridad hacia Dios era la razón misma de la vida de Madre Clelia,se mantenía constantemente unida al Señor en la meditación de su paterna bondad y de los misterios de la fe. El amor por Dios era para ella como un fuego que ardía, por este amor consagró toda su vida.

Relata un testigo:
“Sobre la virtud de la caridad, puedo atestiguar que la sierva de Dios la practicaba heroicamente; esto lo puedo decir sin miedo a equivocarme porque los largos años vividos junto a Madre Clelia me han hecho comprender cuánto ella amaba y practicaba la caridad. Antes que nada amaba a Dios y su santa Ley sobre toda cosa y amaba mucho al sagrado Corazón de Jesús y María”.

Vivía continuamente en unión con el Señor y ello se veía sobretodo en el hecho de cuánto y cómo rezaba.

He aquí cómo la recuerda un testigo:
“Aquello que puedo decir acerca de la caridad de la Sierva de Dios hacia el Señor es que ella era en constante e íntima unión con Él, a través de la oración vocal y mental. Del conjunto de las cartas que la madre escribía a sus hijas espirituales se percibe cómo ella estaba llena del amor de Dios, inculcando tal amor a sus mismas hijas. Estando yo en la casa donde la madre transcurrió el último año de su vida puedo decir que su deseo fue el de vivir y morir en Dios”.

No sólo su amor hacia Dios era grande sino que también tenía una fuerza tal de hacer crecer esta virtud incluso en el corazón de los otros. Este deseo suyo de inculcar en los otros la caridad hacia Dios asumía, a veces, un carácter tan simple, que dejaba una fuerte impresión sobre las personas que estaban junto a ella.

Leamos otro testimonio:
“Antes de salir del cuarto de la Madre, la Sierva de Dios me dijo: ‘Dame el crucifijo (lo tenía siempre junto a ella), bésalo ¿Quieres a Jesús? Ámalo mucho, mucho’. Me ha quedado en la mente la impresión de una Madre serena, muy cariñosa, deseosa de que fuéramos verdaderas hermanas y que amaramos mucho al Corazón de Jesús”.

Caridad hacia el prójimo

La perfección no se agota en la caridad hacia Dios, debe extenderse también hacia el prójimo, amado porque se ama a Dios. Madre Clelia era consciente de la presencia de Dios en cada persona, consecuentemente buscaba de asumir una actitud que fuese la que mejor se ajustara a aquella que habría tenido el mismo Jesús.

Cuenta una de las hermanas:
“Su infinito amor se dirigía también hacia el prójimo; la caridad hacia los pobres, los enfermos, los niños, era su característica; era sensible a las necesidades de los otros. Era opinión común la afirmación según la cual la Madre al socorrer a los necesitados tenía “las manos agujereadas”. No hace falta decir que el origen de tal laboriosa caridad fue Dios mismo”.

Era cuidadosa y vigilante con la salud del alma; así lo expresa la siguiente afirmación de un testigo: “La sierva de Dios tenía mucho celo por la salvación de las almas: oraba y hacía mucha penitencia por su salvación. Amó sinceramente a sus enemigos, integrándolos en sus oraciones y exhortando a sus hermanas a unirse a sus oraciones”.

También su relacionamiento con las hijas espirituales era siempre muy cálido.

Relata un testigo:
“Todas las hermanas se alegraban cuando se presentaba la ocasión de tener que entretenerse con nuestra Veneradísima Madre Fundadora. Escuchaba con paciencia todo cuanto le decíamos; daba mensajes y consejos, o también hacía observaciones e incluso reprendía, pero siempre con caridad”.

Madre Clelia enseñaba la importancia del respeto y del amor recíproco ya sea con la palabra como también con el ejemplo. Quería que el espíritu de caridad reinara en su Congregación y no se cansaba jamás de inculcarlo en las hermanas jóvenes.

“De frente a la falta de caridad ella exigía inmediatamente el acto de la reconciliación; no admitía que la desarmonía separara el corazón de sus hijas. Las penitencias que ella daba consistían, casi siempre, en oraciones o en humildes servicios dirigidos a las hermanas”.

La expresión más alta de la caridad en Madre Clelia es elperdón. Durante su vida recibió tantas ofensas incluso de parte de las propias hermanas. Ella respondió siempre con caridad, paciencia y perdón. De esta manera no sólo ha imitado a su Salvador, sino que se ha identificado con el Corazón de Jesús, traicionado y traspasado y ha participado de Su acto de Redención. Como Jesús, Madre Clelia ha derramado el óleo de a caridad sobre los daños recibidos y luego ha transformado esas heridas en fuentes de amor que se han revertido sobre todos aquellos que la hicieron sufrir. En 1927, casi al final de su vida, después de tantas pruebas, incomprensiones, calumnias, Madre Clelia ha exclamado:

“El Divino Corazón de Jesús quiera cumplir este mi voto y concederme la gracia que, todas unidas en Él con los sagrados vínculos de la Caridad, sepultando en el olvido un dolorosísimo pasado, yo pueda transcurrir los pocos días que todavía me restan, en el retiro y en la paz de mi Instituto”.

Conclusión

El ardor de la caridad presente en la vida de la Sierva de Dios era todavía fuerte en su corazón cuando fue readmitida, después del injusto exilio, en la Casa General en Roma. En los últimos dos años de su vida dio a las hermanas los más brillantes ejemplos de caridad. Verdaderamente el lema paulino “Caritas Christi urget nos” era la trama sustancial de cada uno de sus actos y las hermanas, especialmente las más jóvenes, eran santamente edificadas.

Para reflejar:
1- ¿Qué te dice la caridad de Madre Clelia?
2- ¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de hoy siempre más orientado al individualismo, al egoísmo, a la búsqueda de los intereses personales?
3- ¿Es posible vivir hoy la caridad como la vivió ella?

La Esperanza

La catequesis sobre la esperanza nos lleva a través de las enseñanzas de Madre Clelia Merloni, que nos invitan a una vida de fe y de profundo amor al Corazón de Jesús. Con palabras llenas de sabiduría y ternura, nos enseña que la verdadera santidad se alcanza a través de la confianza, el sacrificio y la caridad vividos cotidianamente. Sus reflexiones nos fortalecen en la oración, en la perseverancia ante las dificultades y en el compromiso de seguir a Cristo con fidelidad y esperanza.

 

LA ESPERANZA DE MADRE CLELIA

“Sí, Dios mío, solo porque te demoras en escucharme, yo espero en que me escucharás; y aunque más me rechaces, más me abandonaré con ardor y confianza entre vuestros brazos paternos”. (Madre Clelia)

Testimonio de la Positio

Introducción

La esperanza cristiana surge de la realidad histórica, concreta y precisa de la realización de la promesa de Dios, proclamada y garantizada en plenitud en la Resurrección de Cristo. Para Madre Clelia la esperanza fue un verdadero programa de vida libremente elegido, una actitud de constante y confiada espera de la realización de esta promesa.

Esperanza como adhesión a la voluntad de Dios

En cada instante de su vida Madre Clelia ha testimoniado su firme adhesión a la voluntad de Dios, a la que ha respondido siempre con una gran esperanza. Ella siempre se ha sentido hija de Dios, Creador y Padre, abandonándose completamente en sus brazos.

Afirma un testigo:
“La Sierva de Dios continuamente manifestó su esperanza en Dios: ya sea cuando Él da, como cuando Él quita, porque lo reconocía como el Padre que todo lo ve y que, a su debido tiempo interviene y provee, tanto para las necesidades humanas como para aquellas del espíritu.

El completo abandono en los brazos del Padre constituía el hilo conductor de la vida: esta visión la llevaba a estar fuertemente convencida que Dios cuidaría de su futuro, del futuro de la Congregación como del futuro de las persona a ella confiadas.

Esperanza en los bienes eternos

Sabemos que la fe en Cristo hace que la esperanza se transforme en certeza, sobre todo en aquello que reguarda a la salvación; entonces la esperanza da un amplio horizonte a la fe y lleva al alma hacia la verdadera vida. Bien se puede decir que Madre Clelia poseía una esperanza ilimitada, de hecho tenía sus ojos siempre fijos hacia la meta del Paraíso, miraba a los santos, como intercesores que la habían precedido en el cielo. Reflexionaba a menudo sobre las realidades sobrenaturales y nutría una profunda esperanza de alcanzar el premio eterno.

Esperanza y oración

Al ejercicio de la esperanza por parte de Madre Clelia, se asociaba su excepcional espíritu de oración, esto para decir que la primera encontraba impulso y era reforzada por la segunda. A pesar de los tiempos difíciles, la madre no se desanimó nunca, confiando ciegamente en el arma de la esperanza: mayores eran las dificultades que se presentaban y más intensa era su oración.

Son significativas las palabras de este testigo: “Yo pienso que, solo el saber aceptar y esperar rezando, la solución de los problemas complicados de las hijas del Instituto, demuestra cuán viva, estable y sólida era en ella la virtud de la esperanza. La Madre Fundadora, en los momentos difíciles del Instituto era habituada a decir: “oremos, aceptemos, reparemos”.

Esperanza en las angustias del espíritu

Hay un período de la vida de Madre Clelia en el cual las dificultades que reguardaban su fundación o su persona se hicieron totalmente abrumadoras, tanto que la madre fue obligada a abandonar la congregación por ella misma fundada. Fue un tiempo tanto doloroso, como heroico, porque ni por un momento Madre Clelia dejó de esperar, confiada en que superaría dignamente esta prueba y retornaría luego entre sus hijas.

Lo confirma un testigo:
“Siempre fue sostenida por la esperanza teologal especialmente en las angustias del espíritu, sobre todo en los tristes años de su salida de la congregación, ella rezó y esperó siempre en que los problemas se resolverían, reencontrando la armonía y así regresar a la familia espiritual por ella fundada. Su firme esperanza fue recompensada después de años de espera, con el reingreso a la Congregación”.

Durante su exilio fue precisamente la virtud de la esperanza que la ayudó a soportarla pobreza, la precariedad de su salud y todos los sufrimientos del espíritu. Los testimonios que dan cuenta de este período de su vida la recuerdan optimista y llena de la luz divina: sólo la presencia de una ferviente esperanza podía hacer que no cediera nunca a la desesperación, ni aún en los momentos más oscuros.

Difusión de la esperanza

Una virtud así radiante no podía no revelarse y difundirse. Hacía de ella un faro de esperanza para cualquiera que la conociera.

Afirma un testigo:
“Por la esperanza puedo decir que la madre infundía fe en Dios y animaba a cualquiera que estaba en dificultad, guiándolo al Sagrado Corazón de Jesús y de María, asegurando que si lo hacía con viva esperanza y seguridad en la bondad y en el poder de Dios, obtendrían sus gracias”.
“Recuerdo como un estribillo una de sus frases: “Continúa a confiar y esperar contra toda esperanza, en el poder del Sagrado Corazón de Jesús”.

Conclusión

La esperanza de Madre Clelia era inquebrantable. Vivió abandonada en los brazos de la Divina Providencia, sin jamás perder la certeza de ser siempre y donde sea asistida por Dios, manteniendo la serenidad en el trato, la paz del corazón y la paciencia en las inenarrables pruebas.

Resumiendo, resulta claro que el único objetivo que Madre Clelia tenía fijo delante de sus propios ojos era el goce de Dios: como el Alfa y la Omega de la vida,como principio y fin de toda aspiración y de todo trabajo, como el punto de llegada y como el medio, gracias al cual se llega al final del camino.

Para reflejar:
1- ¿Qué te dice la esperanza de Madre Clelia?
2- ¿Qué puede decir Madre Clelia al hombre de hoy perdido delante del mal y de la violencia que lo circundan, desanimado por sentirse impotente?
3- ¿Es posible vivir hoy la esperanza como la vivió ella?