Vida, obra y espiritualidad de la Madre Clelia Merloni

María: Estrella de esperanza

En el mes de septiembre, en el que recordamos el nacimiento y el nombre de María, no podemos dejar de traer a la luz estas palabras de la Madre Clelia dirigidas a sus Hijas: «¿Quién podía imaginar tanta grandeza en una simple criatura? Fue un verdadero día de júbilo, porque en el nacimiento de María el mundo vio aparecer la estrella precursora del sol de justicia, ¡aquella que el cielo había elegido para ser mediadora y abogada de los hombres ante la justicia divina! Era un día de esperanza, porque esta santa Niña será un día nuestra madre y la cooperadora de los planes de amor y misericordia de Dios sobre nosotros’. La Beata cultivó en su vida una especial devoción a la Infanta María, tal vez porque intuía que en sus virtudes de candor y humildad estaba la clave de un acceso privilegiado al Corazón de Cristo, y a la Madre de Dios en general. Cuando en 1928 puso fin a su exilio regresando a su nueva casa general en Roma, encontró esperándola en la capilla un hermoso cuadro mariano, colocado allí apenas dos años antes. No sabemos qué pensamientos emocionados pudo formular su alma renovada, pero nos gusta imaginar que no estaban muy lejos de los que escribió en 1951 una alumna del colegio: «Incluso el Niño Jesús tiene los ojos cerrados… Pero duerme en un sueño sereno, infantil […] Madre e Hijo están unidos en una maravillosa fusión de almas. Ahora lo comprendo. Por eso tantas veces he venido a arrodillarme ante esta Virgen… ¡porque con Ella también habría encontrado a Cristo!».

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Luz sobre la cruz del exilio

Cuando el destino arrastró a Madre Clelia al pueblo de Roccagiovine, su exilio entró en una nueva fase de caridad y despojo interior. Las pocas Hermanas que la acompañaron quizá no eran plenamente conscientes del principio de vida que se escondía tras la cruz que se sentían obligadas a llevar. De aquellos años quedan varios relatos evocadores de los lugareños y algunas estampitas recibidas como regalo de los niños de la época. «Ruega a María por mí infeliz”: así reza la inscripción de una estampa del Corazón Inmaculado de María bordada con encajes y regalada a la niña Anita Facioni. La letra, diferente de la de Madre Clelia, sugiere que la frase fue escrita por una de sus Hijas en el exilio. Incluso en el escenario de sufrimiento que proyecta en nuestra mente, no podemos dejar de captar una chispa de luz, esa oración por los demás que es el soporte indispensable de nuestra fe y que la Beata tuvo en el corazón más que nunca en su vida, hasta el punto de escribir en una de sus cartas: «La Comunión de los Santos nos asegura poderosos protectores en el Cielo y hermanos en la tierra.

Profecía que consuela y fortalece

Con el bautismo, el cristiano recibe, por medio del Espíritu Santo, no sólo el don de la realeza de Cristo, que lo eleva a la dignidad de hijo de reyes, sino también el del sacerdocio y el de la profecía.
Partiendo de la conciencia de estar consagrada ante todo a Dios, a su honor y a su culto, la Beata Clelia trató de hacer resplandecer cada uno de estos carismas. En particular, el don de profecía, que reside ante todo en la capacidad de leer el plan de Dios en los pliegues de la existencia, tenía a menudo en ella el revestimiento de la capacidad sobrenatural de predecir los acontecimientos futuros. Hay muchos testimonios a este respecto. Recordamos uno en particular. La Hna. Rufina Crippa cuenta que Madre Clelia, que llevaba un año de vuelta en la Casa de Roma después de su largo exilio, quiso un día encontrarse con las novicias que habían llegado de Alejandría. Entre ellas estaba Hna. Pía Tonin, que estaba muy preocupada por un hermano que estaba en América y del que no tenía noticias desde hacía varios años. Entrando en la habitación de la Beata, sin preguntar nada, se oyó decir: ” Ten por seguro que tu hermano está vivo y te escribirá pronto”. La Hna. Rufina concluye así su relato: “El asombro fue grande y confirmamos la opinión de que la Madre Fundadora era una santa cuando, de vuelta en Alejandría, la Hna. Pía recibió efectivamente una carta de su hermano tranquilizándola”.