Oh mi querido Jesús Eucarístico, dame, te ruego, el verdadero espíritu de adoradora para adorarte día y noche
y para reparar los ultrajes que recibes en la Eucaristía.
Me uno a todas las almas santas que te adoran
presente en nuestros altares y a todas aquellas que te adorarán en el transcurso de los siglos, tornando así eternos mis homenajes, mi amor y mi dolor por haberte ofendido tanto, en el misterio más maravilloso de Tu amor.